Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Letras robadas en los anaqueles de Castelar
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Estoy sentado solo en la esquina izquierda de la cafeterĆa. La luz del amanecer comienza a cubrir las calles, entibia los rostros de los caminantes y se proyecta sobre mi cuaderno de hojas amarillentas que tengo frente a mĆ junto a una taza con leche tibia y una lapicera negra. Un silencioso bullicio viene de la calle, poco movimiento como en mi cuaderno: palabras tachadas y oraciones a medio escribir. Se escucha a mamĆ” forcejeando con la cafetera oxidada en la cocina. Pienso en lo que escribo: una estructura robada a Saer; y, en cĆ³mo puede ser transformado para convertirse en materia prima para nueva escritura.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Miro la hoja amarillenta y enchastrada con tinta negra, parece un test de Rorschach, una mariposa, dos personas fornicando. Miro las mesas vacĆas, el reflejo de la luz en la vereda produce una sombra benigna. Bajo la cabeza y veo como mi dedo gordo escapa por el agujero de mis medias que mamĆ” olvido remendar. En esta rescritura no siento extraƱamiento sino una nostalgia profunda que me comunica mi taza.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā MamĆ” estĆ” sola, hablando por telĆ©fono con el Pesado. Escucho Su voz desde mi mesa, la bocina del telĆ©fono parece desconarse con cada alarido que exhala en mayĆŗsculas. La garganta se me seca con tan solo oĆrlo. Tomo un gran trago de leche tibia que se desparrama un poco sobre mi cuaderno y deja un rastro sobre la mesa de caoba, ya puedo oĆr el reclamo de mamĆ” por no usar posavasos. Esbozo con mi lapicera sobre la hoja humedecida una oraciĆ³n: la conversaciĆ³n pasa a ser por telĆ©fono, el paraĆso se convierte en una cafeterĆa del centro y la limonada frĆa en leche tibia. Tacho todo hasta que se vuelve ilegible y me corrijo: serĆ” necesaria una deconstrucciĆ³n total de la obra partiendo de su digestiĆ³n, destrucciĆ³n y rizomatizaciĆ³n antes que pensar en modificar las unidades de tiempo y lugar.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Se escucha el chirrido de la bisagra de la puerta principal y el sonido seco de unos zapatos contra el parquet cortan con la monotonĆa de la maƱana: llegĆ³ FernĆ”ndez.
āMaestro, ĀæescribĆas? ā Me dice sentĆ”ndose frente mĆo y mirando con extraƱeza el engrudo en el que se convirtiĆ³ mi cuaderno.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Mira hacia la cocina donde mamĆ” escucha al Pesado, hace un ademan de reconocimiento y se va a buscar un vaso de soda frĆa. Lleva puesta una camisa mal planchada y, por el resplandor enceguecedor de su cabellera gris dirĆa que no se ha baƱado, por lo menos, en unos cuantos dĆas o, tal vez, semanas. Se sienta frente a mĆ:
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā āĀæSabĆ©s quĆ© intenciones tiene este salvage?
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā āPor su biblioteca asumo que la quiere llevar a recorrer el mundo: Europa, Egipto, Estados Unidos, lo que sĆ, no sĆ© con quĆ© dinero. Es un maestro de escuela normal.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Se queda pensativo, prende un cigarro en el sector no-fumadores, mamĆ” se va a enojar y luego de darle un par de amplias bocanadas vuelve a la conversaciĆ³n:
āĀæPensaste en mĆ propuesta? Escribamos juntos los prĆ³logos, te puedo asegurar que en 42 aƱos los tenemos publicados, censurados y distribuidos por el continente.
āNo puedo. PrometĆ no volver a escribir prĆ³logos.
āPero, Āæa quiĆ©n le prometiste eso?
āA mĆ mismo.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Recorre con sus dedos finos el vaso humedecido palpĆ”ndolo como un ciego palpa un seno. Vuelve su mirada hacia la cocina desde donde se oyen las dos voces, mamĆ” y Pesado, convertirse en una sola melodĆa atonal y me tira, por un descuido, la birome al suelo.
āDecime, esa promesa que hiciste, Āæes algo personal con mis prĆ³logos? No entiendo por quĆ© no querĆ©s participar de la Ćŗltima primer novela de la historia.
āNo, creo que no es contra vos.
āNo sabĆ©s cuĆ”nto me hiere lo que decĆs ā dice mientras se le escapa una carcajada y me devuelve la birome.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Afuera sopla un viento mecedor, la poca luz del amanecer se convirtiĆ³ en un espejismo fulgurante; las pocas almas que recorrĆan las calles se convirtieron en pelotones desalmados lunecidos preparados para enfrentar el dĆa. FernĆ”ndez agarra mi cuaderno y tacha las Ćŗltimas dos oraciones que escribĆ.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā āListo āme dice āte arreglĆ© el relato. Ahora vayĆ”monos, tengo un deseo ardiente de desnudarme y escribir unos prĆ³logos.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā āOtra vez con esas perversidades āmientras le arranco mi cuaderno de sus manos sucias.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā āSabĆ©s loco, el otro dĆa encontrĆ© una joyita revolviendo unas cajas polvorientas que tenĆa escondidas el canillita sĆ”trapa que estĆ” frente a la estaciĆ³n.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā āLeĆ©te algo āle digo.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Un elemento de controversia
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā que nos lleve a lo paradojal
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā tras cada lĆnea, cada pausa:
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā la ambigĆ¼edad a expensas de la convenciĆ³n.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā MamĆ” sale de la cocina con el inalĆ”mbrico en la mano. El salĆ³n: vacĆo, todavĆa faltan algunas horas para el mediodĆa. El pantalĆ³n que usa era negro y ahora es gris por la harina y los lavados, mismo destino atravesĆ³ su remera verde manga larga. Se acerca hacia nuestra esquina sin despegar la oreja del telĆ©fono. FernĆ”ndez anticipando una charla con el Pesado huye hacia el baƱo con su librito escondido en el bolsillo de su pantalĆ³n; yo, me tomo lo que quedo en mi taza luego del accidente y me aclaro la garganta.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā MamĆ” me pasa con Ć©l: el Pesado me pregunta sobre lo que escribo, me acusa de ser un literato que vive en su cĆŗpula de cartĆ³n conurbano y no un pilar fundamental de la lucha polĆtica y social de este bendito PaĆs. Guardo un momento de silencio. Cuando estoy a punto de contestar pide por mamĆ” saludĆ”ndome y excusĆ”ndose:
āNo te molesto mĆ”s, pibe.
Luego de haberme molestado.
Ā
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Nuestros sacos cuelgan del perchero en el altillo: lugar mĆ”gico donde escapamos por las noches. La luz lunar invade las calles e ilumina tenuemente las paredes rojizas de ladrillo. FernĆ”ndez sigue con su librito, sentado en el sillĆ³n individual de la esquina, insiste en que es la mejor poesĆa que leyĆ³. Cierra los ojos y recita:
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Una premisa constante, la duda,
indagando en la realidad,
buscƔndola fuera del contexto;
la materia a expensas del lenguaje.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Hay una pequeƱa hendidura en el techo por la cual una gotita rebelde entra y moja el engrudo que me quedo como cuaderno. Estoy solo, somnoliento, son las 11 pasadas, el velador apenas alumbra las letras que escribo. Ojeo el libro que me dejĆ³ FernĆ”ndez, copio unos versos en una hoja manchada y escribo: la escritura-rescritura es una teologĆa creadora de objetos que se negarĆ”n a ser hostiles a Dios.
Me reclino sobre mi silla, miro la luna y contemplo mi trabajo: tacho absolutamente todo salvo el verso copiado del libro de FernƔndez.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā