Hace escasos días el gobierno de Madrid decretaba que no se podía tocar en la calle más de 3 horas. Eso sí, se puede hacer pasando un examen previo (o prueba de idoneidad, tal y como lo comunicaba el vicealcalde de la ciudad, Miguel Ángel Villanueva) que demuestre que "tocas" bien, que sabes, que entiendes de música y que ofrecerás calidad para el turista y descanso a los vecinos de la zona.
 
Pues bien, ayer hice mi trabajo de campo particular. Me recorrí el centro de Madrid, buscando a esos músicos y a esos vecinos. Casualmente todos los músicos que vi tocar en la calle tenían una calidad espectacular. Desde el angoleño que cantaba con su guitarra frente al mercado de Fuencarral, al violinista que me dejó boquiabierta con la mejor adaptación del Ave María de Schubert, pasando por Mandina, el pintor de la Plaza Mayor. Respecto a los vecinos, estaban encantados.
 
Eso sí, los que no parecían tan contentos eran las 8 lecheras que vi pasar por calles peatonales y que, tan sólo con la mirada y su fiel uniforme azul oscuro casi negro, provocaban una sensación de miedo y asco más que latente por turistas, vecinos y artistas callejeros.
 
A los músicos de las calles madrileñas, como la Calle Arenal, la Calle de las Postas o la mismísima Plaza Mayor, se les penaliza por amenizar el paseo de los turistas y de los propios vecinos. Pero Ana Botella puede dejarnos en ridículo (más si es posible) con su inglés macarrónico. A los mendigos que duermen, y no creo que lo hagan por propia voluntad, se les persigue, multándoles con cifras que, evidentemente, dudo mucho se puedan permitir pagar. Pero, a las Anas Botellas, Zapateros, Rajoyses de tres al cuarto, no se les persigue ni multa por, perdonen mi sinceridad, no saber traducir un sencillo café con leche. Motu proprio y sin ayuda de un traductor simultáneo, claro.
 
Este es el país en el que vivimos, un país que pena la cultura, el arte, la música y aplaude el desconocimiento de aquellos que son la imagen de este pedazo de tierra donde vinimos a nacer.
 
Sólo una pregunta, ¿cómo conocerán a Schubert, Bach, Beethoven, La Traviata o la Zarzuela esos locos bajitos que viven rodeados de tecnología, música electrónica y de más cositas virtuales? ¿Tendrán que pagar las consecuencias de decisiones equivocadas tomadas por políticos que ignoran que la música callejera es un atractivo turístico más de los muchos que tiene Madrid capital? ¿Caerá en el olvido la música clásica? ¿Y las artes escénicas? ¿Se premiará el espanglish?
 
Wellcome to Madrid. Wellcome to the capital of El Pan y Circo.
Madrid suena
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Madrid suena

Retratando, en silencio, la belleza de la música que acompaña los paseos por la céntrica Calle Arenal de Madrid. Una música ya perseguida por la Read More

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