Rubén Vaquero's profile

FOTOGRAFÍA "Antes to'esto era campo"

Proyecto de fotografía y montaje digital. Armado con trípode y cámara reflex intento reproducir fotografías de mi ciudad natal, Santa Coloma de Gramanet, (algunas de las cuales datan de principios del siglo pasado), busco las ubicaciones y el punto exacto desde el que se tomaron las fotografías originales, para posteriormente combinarlas con las actuales mediante montaje digital. De esta manera se muestra el cambio y la evolución de la ciudad y de su gente.
 
Estas fotografías han inspirado breves relatos al escritor Carlos Ladera, los cuales se muestran conjuntamente en la exposición itinerante "Antes to'esto era campo".
 
Te doy mi ciudad
 
Necesitas otros ojos. Olvidarte de esa suma septentrional de factores que resuelven qué es bello por definición, qué es grande en concepto o qué es eterno y desde cuándo.
 
No me voy a dar por vencido. No me voy a limitar a preguntarte si lo ves, ni me voy a enfadar cuando no sepas verlo. No voy a señalarte aquí, allí o entonces. Ven. Sólo ven. Ven a verlo tú mismo. Cuando quieras darte cuenta ya serás uno de los nuestros.
 
He decidido darte mi ciudad, pero antes toma mis ojos. 
El puente
 
(David) Es un soñador. Él siempre dice que un buen psicólogo debe haber visto de todo en esta vida, conocer
la realidad del tejido social. Le da muchas vueltas a las cosas, y cree saber si la naturaleza de un yonqui es violenta basándose en el sabor del yogur líquido que consume. Eso sí, termina la jornada media hora más tarde y me obliga a caminar solo hasta casa. Cuando CARREFOUR abre sus puertas, todo debe estar en orden para que los clientes puedan consumir innecesariamente todo lo que se les ofrece desde esos estantes diabólicamente colocados - con la inclinación precisa para que puedas leer las etiquetas, con los productos de marcas más caras a la altura de los ojos y los que tienen menos margen a ras de suelo, para que no los compres -.
 
Odio ese monstruomercado’. Tan moderno y cosmopolita, al aire libre, con toda esa oferta comercial, lúdica y gastronómica, no sé. Hoy día, toda la gente de mi ciudad tiene alguien que trabaja allí. A veces me pregunto si no será ese el truco. Hacer trabajar allí a todo el mundo durante muchas horas, con un sueldo muy bajo. De esa manera la gente que no tiene tiempo de comprar ya lo hace allí, la gente que no tiene ganas de andar ya pasea por allí, y la gente que tiene algún familiar metido en algún sitio de esos ya lo va a ver allí.
 
La Maquinista, menuda mentira.
* No es que no coincidan las fotos... nuestro 
ayuntamiento se amplió y ahora es más largo 
Víctima del sistema
 
Me considero una víctima del sistema.
 
Allí donde la gente dice que le gustaría ver un lugar paradisíaco lleno de árboles, plantas, pájaros y césped, a mí me gusta ver grandes edificios, bancos, quioscos, comercios y esquinas donde pasan cosas. Parques llenos de niños que dentro de unos años explicarán a otros niños que ellos jugaron allí, que fueron felices entre este cielo y este suelo.
 
Me gusta pensar que las calles tienen memoria.
Ella
 
Ha decidido cambiarse de acera porque está hasta el coño del sol. Se levanta del suelo y cruza por el medio de la calle, obliga a los coches a detenerse. Lleva puesta ropa de invierno, sandalias de verano, un carrito con sabe Dios qué, una Xibeca en la mano y unos cuarenta años. Conserva todos los dientes.
 
Antes de volverse a sentar habla en voz alta con nadie, explica alguna historia inventada sobre millones de euros de la lotería mirando hacia arriba y alzando una mano al cielo. Ríe, ríe de todos porque va borracha. Pide dinero a la fauna que habita el barrio a las doce del mediodía. El ama de casa, la pareja de jubilados, el grupo indi de ancianos que se resigna a acudir a los centros de día y a la frutera. De todos se ríe. Para todos tiene una frase del tipo - Mi novio se fue con una vieja como tú, y ahora no veas si se arrepiente - No es tonta. Está loca, pero no es tonta. Sabe cuál es su papel en esta obra y afina la ironía de sus palabras.
 
Ella se empeña en llamar la atención en pleno ataque histriónico, pero no le hacemos caso. Nosotros, los normales, sabemos cómo tenemos que actuar ante este tipo de comportamientos. Sigue con su verborrea proactiva, les llama guapas o chocholindo’, a un señor de unos ochenta le ha llamado Kevin Costner y a un chino le acaba de decir “Tú, Taiwán” a menos de un metro.
 
La continuidad de la imagen la rompe una mujer de unos treinta y cinco, con tacones, el pelo ondulado y negro, que irrumpe en su ángulo de visión tras doblar la esquina. Y entonces ella calla. La mujer camina erguida, más deprisa que el resto de animales que ocupamos la calle, decidida. Y ella calla, y la mira. La repasa de arriba a abajo, pero discreta, intimidada. La mujer llega al siguiente cruce, impasible, sale de escena y entonces continúa la función.
 
Ésa sí que podría haber sido ella. 
El futuro
 
Para mí el futuro fue ayer, esto es el post Apocalipsis. Se trata de una de esas escenas que pueden ser el principio o el final de una película. Donde la ciudad amarillenta y oxidada huele a amoníaco, el camino arenoso que ando - antes una autopista de tres carriles - se difumina en el horizonte, y no se ve el final a causa de esa irrespirable niebla marrón.
 
Encontré una flor de lis en el camino. Otra superviviente de la hecatombe ecológica que causó esta misma guerra un poco más lejos, y que llegó hasta mí a consecuencia de la misma onda expansiva. Para ella es todo lo bueno que me queda.
 
Éste es el nuevo modo de vida: respiro hondo aunque todo huela raro, piso fuerte aunque el cemento ahora sea fango químico, sonrío aunque casi no me queden dientes. Ya no espero nada, ni siquiera el fin del camino. Sólo espero otro paso más, y después de ése, otro. En el post Apocalipsis no hay mañana, cuando algo así sobrevive por casualidad no hay luego, hay ahora.
 
Es mi mundo y yo decido cuándo empieza y cuándo acaba. Me explico.
 
Si veis a un tío clavaito’ a mí, pero con la mirada perdida y caminando con unos auriculares por la ciudad, no lo paréis. No os oye, es un Cyborg clon. No ve, ni habla. En verdad yo lo dirijo desde mi cuartel general, en un ático con vistas a la Iglesia Mayor. He decidido vivir en mi mundo porque no tolero ninguno de los mundos que me habéis ofrecido. Puede resultaros pretencioso, pero estoy solo por descarte.
 
Mi huésped, así he llamado a mi robot, no va a dirigiros la palabra a menos que de verdad queráis escuchar lo que digo. Está programado para poner a prueba a los humanos boicoteando sus diferentes sistemas. Eso sí, sólo funciona en orden ascendente, nunca descendente.
 
 
 
Nivel 3:NO AL SISTEMA POLÍTICO, NO AL SISTEMA ECONÓMICO, NO AL SISTEMA SOCIAL”. Ahora todo el mundo rechaza eso. Es fácil ¿no?
 
Nivel 2:NO AL SISTEMA ORGANIZATIVO, NO AL SISTEMA GLOBAL, NO AL SISTEMA JERÁRQUICO NI FAMILIAR”. Eso ya es más difícil ¿Verdad?
 
Nivel 1:NO AL SISTEMA LÍMBICO”. Ahora puedes ir al Nivel 2. 
Ingenio
 
Si estás buscando defectos no te preocupes, te paso una lista y te dejo hacer el examen con calculadora. Si lo que buscas en mí son complejos no necesitas una lupa, ni un microscopio. Ni siquiera un aparato de Rayos X. Necesitas una máquina del tiempo, y aún no existen, porque aún no las he inventado.
 
A nuestro amigo Fran Alcalde - inventor -
El bar
 
01:30 a.m.
 
Giré a la derecha en el mercado de Sagarra. No estaba al amparo de edificios enormes. No había rebosantes contenedores de basura con gatos, ni escaleras metálicas de incendios que escalasen a lo alto de los edificios. No salía humo del alcantarillado ni llevaba gabardina. Ninguna mujer me ofreció sus servicios y ningún vagabundo al que yo pudiese intimidar me pidió limosna. Estaba oscuro, eso sí, menos farolas de las que deberían, más suciedad de la que cualquier contribuyente tiene que aguantar, y silencio, mucho silencio.
 
Las calles del centro habían mejorado con el dichoso programa Urban, y el nuevo asfaltado tapaba casi todas las cicatrices de las guerras que habían acontecido en ellas. No, claro que no hablo de las bombas de mayo del treinta y siete, de eso hacía mucho. Hablo de otro tipo de batallas donde la sangre no se mezcla con el sudor de buenos y malos. Hablo de conflictos armados tan ambiguos que todos los bandos comparten el mismo color, el gris ciudad. Donde la sangre se mezcla con el vómito en lavabos de bares de mala muerte. Donde nos dan a probar las armas que nos matan, para ver lo que se siente.
 
Una década, otra, y otra más, y allí seguía. Cuando abrí la puerta del Línea 1, el músico que tocaba la guitarra al fondo del bar se paró en seco. Almudena se incorporó de un salto, una chica se inclinó hacia su amiga sin quitarme el ojo, dándole detalles y sin perder la cara de asombro. El viejo Aleix me miró, disimuló su sorpresa todo lo que pudo, sonrió de medio lado y dijo:
 
- Losada, dichosos los ojos ¿Estrella o Coronita? – Y añadió
 
- ¡Anda, siéntate! Hace frío afuera.
 
Nadie me esperaba. Nadie esperaba ver a un muerto. Aun así, Santa Coloma a la una y media de la madrugada de un viernes, no es el mejor sitio para resucitar si esperas resurgir de tus cenizas como el Ave Fénix. Alcé la mano a media altura a modo de “¡perdonen!”, y el espíritu de Clint Eastwood que me había acompañado desde mi casa hasta el bar me abandonó en pro del niñato inseguro que soy. Me acerqué a la barra, ya más sigiloso, y el músico volvió a arpegiar las primeras notas:
 
Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan, para que no las puedas convertir en cristal...
El tiempo impersonal
 
Luchar contra el tiempo es arduo, el cabrón es muy traicionero. Siempre que miras las agujas del reloj te están diciendo que ya es un tiempo distinto, trata de confundirte.
 
Este es mi segundo asalto, mi revancha:
 
Tiempo, ya puedes venir vestido de sol, de arena, de cuarzo, de muñeca, de pared, de oro, de plata o de titanio, ya no me vas a engañar más.
 
Por cada paso que des, tiempo, pienso generar un recuerdo que me ancle más y más fuerte a este instante, a ver quién puede más. No te daré más cuerda, voy a amarrarte con ella. De esta manera, tiempo, cada vez que quieras abandonar una etapa, una época, una página del libro de mi vida, tendrás que arrastrar tantas cosas que no podrás correr. Al menos no de aquella manera.
Era foraster i em vau acollir
 
En una conversación seria dije que la ciudad había tomado conciencia propia, que decidía por sí misma. Todos me miraron muy extrañados. Mis detractores me tacharon de soñador, de místico y de bohemio. Los que me querían corrieron a rescatarme: “Creo que lo que Ladera quiere decir es que...”. 
 
Pues no. La ciudad tiene su propia manera de ser. Se autorregula en lo más importante, decide quién puede formar parte de ella y quién no. 
 
Si el flujo migratorio es constante, si vuestra calle ha mutado en muchos sentidos, si los locales que antes regentaban españoles ahora son kebabs y bazares chinos ¿cómo hablamos de colomenses? 
 
Es fácil. Es porque la ciudad nos escoge por eliminación. 
 
La ciudad existe en un punto de la geografía concreto: “al este de”, “al lado de” y “a orillas de”. De acuerdo, y por eso a lo largo de los años ha sido “lugar de residencia de”. 
 
Esto ha hecho que este suelo haya sido objeto de deseo, símbolo de poder y la única manera de llegar. No está en la frontera, pero estaremos de acuerdo en que es la puerta de entrada. 
 
E aquí la estrategia que ha tomado la ciudad -insisto, ella sola-. “Ven, entra y quédate. Si en algún momento decides irte es que tú -no yo- estabas equivocado. Éste no es tu sitio. Y así hasta el infinito”. 
 
Y ojo, que algunos hemos salido corriendo y hemos vuelto volando. Así que muy equivocada no está.
Háblale tú al león de normas
 
Háblale tú al león de normas. Cuéntale que no te puede comer porque está prohibido. Explícale el marco legal, la constitución, el tinglado político. Intenta hacer que entienda que estamos en crisis mientras lo miras con un bocadillo de mortadela en la mano y un refresco.
 
Él es el rey de la selva ¿cuál es la ley que permite que lo arranquen de allí? Que lo destierren por no ser lo suficientemente fértil vale, pero que se lo lleven dormido de su leonera... ni lo entiende, ni lo entenderá, ni se resigna, ni nada.
 
No sueña ni una noche en cautividad, sueña con su reino. A la que pueda escapará. Correrá montaña arriba, hacia el Tibidabo seguramente. Desde allí mirará a la ciudad extrañado, como Loquillo en su viejo Cadillac segunda mano. Morirá de un tiro pero eso aún no lo sabe.
 
A mí no me hagáis caso, yo personifico leones para darme la razón en ciertos asuntos de la vida. De hecho esto está escrito a pulgar desde mi iPhone, ¿seré hipócrita?
 
Luego miro a mi alrededor, le doy un bocao’ al bocadillo. Dejo de admirar sus cuartos traseros y su cola acabada en mecha, y el león me mira. Noto cómo verifica las cuatro esquinas de su jaula. Trago la bola de mortadela y pan con un sobrexceso de saliva, interrumpo el último viaje a media altura y, con la boca abierta, sin querer muestro una bola asquerosa de comida a medio triturar. Él se sienta paciente y bosteza. Llamadme tarado, pero he notado como si se estuviera riendo.
 
Lo imito, miro a mi alrededor, y ahora dudo sobre quién de los dos está entre rejas. Cuando consigo cerrar la boca, asiente.
 
¿Me ha corregido?
Maestro
 
- ¡Maestro! ¡Maestro! están afuera. Creo que han venido a por usted.
 
- Tranquilo. Respira hondo, regula tus chacras. Dime ¿cuántos son?
 
- Son más de trescientos y traen altavoces, y amplificadores. Y esos conos para gritar más que nadie...
 
- ¿Megáfonos?
 
- ¡Sí, megáfonos! Maestro ¡oh, Maestro! estamos perdidos...
 
- Trescientos dices. De acuerdo. No te pongas nervioso. Haz lo que te voy a decir, verás: Abre las puertas de la muralla, que todo el mundo se quede en sus puestos, que actúen con normalidad y dejad que lleguen hasta mí.
 
- ¿Y luego, Maestro?

- Luego sacaremos el polígrafo. Vamos a plantarles cara. 
Viajero
 
La primera norma de los viajeros del tiempo es que nunca debemos cambiar nada del momento al que viajamos. Cualquier pequeño cambio, cualquier pequeña variación del curso natural de las cosas, puede traer consigo consecuencias devastadoras.” A mí esto me tocó aprenderlo en la práctica.
 
Mi amigo Sergio, el más alto de mi clase, quiso venir conmigo a principios de Siglo. A priori desconocía sus razones, pero de camino a 1902 me confesó que quería impedir que su padre y su madre se conociesen. Su padre, un militar convencido al que una bomba había arrancado su oreja izquierda y su orgullo, se arrastraba cada noche desde una taberna hasta su habitación para levantarle de la cama y hacerle culpable de todas y cada una de las desgracias de su vida.
 
A Sergio no le dolían las bofetadas tanto como los gritos de su madre tras cada chasquido. Si aguantaba firme, como debía aguantar un hombre - según le decía el borracho -, entre el octavo y el décimo golpe caía abatido por el alcohol y la sobredosis de oxígeno, y así, una noche más, Sergio conseguía que su madre durmiese ilesa.
 
Misión cumplida. De regreso, a medida que íbamos avanzando en el tiempo, mi amigo Sergio fue desvaneciéndose poco a poco. De pálido a translúcido, luego transparente, hasta desaparecer totalmente. Yo aguanté la mano de mi amigo hasta que la nimia presión de sus dedos dejó sola a mi mano cóncava, vacía. Cuando llegué al presente fui corriendo a contarles a todos qué había pasado con nuestro amigo, pero nadie sabía de qué les estaba hablando. Nadie conocía a Sergio, porque Sergio nunca había existido.
 
Nada más había cambiado en este presente alternativo que Sergio y yo habíamos creado. Nada, excepto que mi amigo ya no existía y que en el centro de la plaza en la que solíamos jugar se alzaba un extraño poste de hierro y de luz, firme, como debía aguantar un hombre.
 
 
PD: En memoria de mi amigo Manuel Silva Castillo, que también se nos perdió por el camino. 
Cuarto menguante
 
Seguro que la gente y la prisa intentarán robarte tus sueños. Pero no te dejes. Tú camina con los pies en el suelo, pisa firme, corre, habla, sonríe, vive despierto. Descansa, come, juega. Trabaja duro, pon el corazón en todas y cada una de las cosas que hagas, porque te va la vida en ellas.
 
Nunca estés, sólo -dale importancia a los acentos diacríticos-.
 
Vacíate de sentimientos cada día. Dibuja, pinta, escribe, toca, da por culo con las redes sociales. No hagas una sola cosa que te distinga mucho del resto, haz normalmente todo lo que hacen los demás, pero no dejes de hacer eso que te hace ser un poco diferente. Y cuando todos crean que ya te han entendido, que ya han pillado por donde vas, que están en tu onda, levanta el brazo, señala al cielo y di: “Hoy La Tierra está en cuarto menguante”.
 
A Rubén Vaquero
 
 
 
 
GRACIAS POR VUESTRA ATENCIÓN ;)
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