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Opinión: magia, fútbol y gloria (2017)

Justicia divina, mano negra y una pelota que no dobla

Atlético demostró hidalguía, atrevimiento, rebeldía y superación. Esta es una historia real, aunque usted no lo crea.

“Sólo la alteración momentánea dentro de la regularidad delata lo fantástico, pero es necesario que lo excepcional pase también a ser regla sin desplazar las estructuras ordinarias en las cuales se ha insertado” - Julio Cortázar

El 26 de octubre de 1865 se instituyó como la fecha de nacimiento del fútbol. Un abogado inglés llamado Ebenezer Cobb Morley se reunió con distintos clubes de Inglaterra para definir una serie de reglas de un juego que se transformaría en deporte. Más de 150 años después, ese deporte se convertiría en el más popular del mundo.

A lo largo de los años sucedieron hechos inexplicables, situaciones curiosas, actos de violencia y momentos inolvidables que corrompieron, contaminaron y llenaron de mitos, leyendas y fábulas sobre las adversidades del fútbol. Es un deporte popular, como así también el relato que lo atraviesa.

Tucumán, la provincia más pequeña de Argentina, es también una de las más influyentes del país por los sucesos políticos y culturales que allí se forjaron en los últimos años. Una vez más, ese particular vocablo quechua que le da nombre a Tucumán, fue nombrado por millones de personas en redes sociales y hasta en medios como Marca de España, BBC de Inglaterra o el O Globo de Brasil. Esta vez, por una proeza deportiva.

Extraordinario, magnífico, increíble, ilógico y hasta absurdo, son algunos de los adjetivos que se podrían agregar lo ocurrido con Atlético Tucumán anoche. Hoy, el mundo habla de ese equipo fundado en 1902, ganador de certámenes nacionales como la Copa de la República o torneos de ascenso. Ese que tuvo en sus filas a excelentes jugadores como Juan Francisco Kila Castro, Víctor Hugo Palomba, Luis Reartez o Julio Ricardo Villa. Ese equipo que padeció 22 años sin festejar un campeonato y que estuvo seis en el Torneo Federal A. Ese club vive el momento más glorioso de su historia, ascendió a Primera división, se mantuvo y clasificó a la Copa Libertadores por primera vez en su historia. Todo, en sólo dos años.

Otro de los adjetivos que se pueden incluir es el de fantástico. Como un relato heroico en el que el protagonista debe dejar atrás todas las peripecias para enfrentar a su enemigo. La fantasía, la magia y lo sobrenatural también jugaron anoche. Todo formó parte de algo que parecía una broma. Pareció un centro del destino, una confabulación de deidades que quisieron curar su aburrimiento concibiendo un ridículo cuento, más propio del realismo mágico que de un cuento de Fontanarrosa o de Sacheri.

Esos mismos jugadores que hicieron historia en el fútbol del norte argentino perdieron un vuelo, llegaron tarde al partido sin ropa y tuvieron el atrevimiento, la osadía y la determinación de jugar con la camiseta de la selección. Sí, era lo único que tenían. Pero el fútbol es así, rinde homenajes, inventa cávalas, crea héroes. “Si Maradona viera a Leandro González con la 10 de la selección lloraría sangre”, publicó un usuario de Twitter cómodamente desde su casa. Diego Maradona efectivamente vio el partido y afirmó sentirse orgulloso por lo hecho por los tucumanos. Ese equipo ignoto para Sudamérica no sólo usó la camiseta de la selección, sino que llenó de orgullo al público futbolero argentino. Ese que idolatra una camiseta que hace 23 años no logra un título. Para el que no sabe, el primer equipo en usar los colores celestes y blancos en su indumentaria fue Atlético Tucumán.

Sí, no tenían botines. Sí, no hicieron precalentamiento. Sí, jugaron a 2800 metros a nivel del mar, donde la pelota no dobla. “La cabeza es el órgano más importante”, dijo el técnico Pablo Lavallén. ¿Y qué decía la cabeza de los jugadores decanos? “Si no ganamos toda esta gente habrá venido al pedo. Nos quisieron hacer perder el partido sin jugarlo, ya van a ver. Hay 22 jugadores de fútbol acá, nadie más”. 

El mundo deportivo habla de Atlético pero no por su juego prolijo, no por su concentración defensiva, ni por el talento de sus delanteros. Atlético fue un ejemplo de superación, de renacimiento, de lo que el hombre puede lograr si su mente se abstrae de la inmensidad que lo rodea y de sus fantasmas. ¿Fue magia? ¿Fue algo fantástico? O tal vez fueron simplemente once tipos con mucha vergüenza deportiva. Tal vez jugaron así porque era una copa internacional o tal vez la angustia, el nerviosismo y la preocupación fueron el motor de ese órgano vital. Hablar del corazón puede parecer una ironía, porque no bombeaba como en el llano.

¿No es acaso la película Singin' in the Rain (Gene Kelly, 1952) un ejemplo de que ante la adversidad, sólo queda ser fuerte y abstraerse de todo? Eso pasa también en el fútbol, las hinchadas cantan más cuando llueve. “Dios es justo”, fue la frase que usó Lavallén, devoto de la iglesia cristiana, para descargarse. La pregunta es quién habrá tenido responsabilidad: un dios pícaro o el gallardo orgullo de los jugadores. La etimología de la palabra Magia proviene de “ser capaz”, entonces sí, hubo magia.

Si se habla de responsabilidades cabe mencionar, con el diario del miércoles, la torpeza dirigencial propia de la inexperiencia para haber contratado una empresa de vuelos que estaba floja de papeles. Si se prueba que la empresa tenía todos los permisos en regla, entonces las sospechas que siempre asolan el fútbol sudamericano aparecerán. ¿Por qué no despegó si la empresa contaba efectivamente con permisos? ¿Alguien dijo que no debía despegar? Los signos de pregunta son usados por respeto al lector para no afirmar algo sin pruebas. Pero sabe, o mejor dicho se conoce, cómo se manejan los grandes poderes en este continente cuando de fútbol se trata. Mano negra, le dicen.

Otro de los puntos que evocan este relato heroico de un equipo que acumula varias páginas en su gloriosa historia, es el de justicia. Ejemplos de moral, de solidaridad y de confianza se pudieron ver en lo que parecía una película de enredos en la señal Fox Sports desde las 21 h de Argentina. El técnico de El Nacional y su presidente se negaban a esperar al equipo. Después Luis Juez agradeció a la dirigencia ecuatoriana. Por último, Tito Manjarrez, general y máxima autoridad del equipo rojo; afirmó que aceptaron jugar porque CONMEBOL se los pidió y que ellos no discuten las decisiones del ente que nuclea a los clubes sudamericanos. Todo muy raro. La bronca de Lavallén seguramente se deba a pensar que los locales querían clasificar sin jugar, en lugar de esperar unos minutos a un equipo que eligió viajar pocas horas antes de hacerlo. En Latinoamérica las cosas se manejan así, incluyendo el fútbol.

Por último, los hinchas de Atlético fueron una eficaz inspiración en la que se apoyaron los guerreros decanos, cuando pensaban que el mundo, el destino, la vida, Dios y la suerte estaban contra ellos. 2000, 2500, 3000; ¿Quién sabe cuántos fueron? Pero fue la muestra más conmovedora que tuvo una hinchada del interior del país. 

Se conocieron historias de personas que viajaron una semana haciendo dedo o que vendieron su auto para ir. Tanto cariño recibido sólo fue agradecido con un gol, el que más se gritó en Tucumán desde que docentes de la Escuela Normal fundaron el club hace más de un siglo. En ese grito estuvo presente la bronca de los que afirmaban saber que Atlético no ganaría, de escuchar que el técnico de El Nacional no quería jugar, de las situaciones erradas en Tucumán, de amigos, familiares o conocidos que fueron ilusionados y de once tipos que se quedaron sin aire y transpiraron una camiseta que no era de ellos. 

“El mundo es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente” - David Hume, Dialogues Concerning Natural Religion, V. 1779.
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