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ENSAYO: LA ECONOMÍA NARANJA, AMENAZA A LA CULTURA


LA ECONOMÍA NARANJA, UNA VENTAJA COMPARATIVA QUE AMENAZA A LA CULTURA 
por: Cenuver Giraldo

Congreso de arte Moderno - Diseño: Cristian Mallki Gordo 
“El fin último de toda industria y detodo comercio es el consumo”. 
 Adam Smith (Buitrago Restrepo & Duque Maárquez, pág. 147)
Animación de vídeo ARMO. Autor: Cenuver Giraldo // Diseño gráfico: Cristian Mallki Gordo 

¿Para qué le sirve la cultura al ser humano?
Cada territorio y cada pueblo o grupo dentro de ese territorio tiene su propia cultura, así, la cultura popular se construye a partir de la cotidianidad de las personas que la componen, sus costumbres, tradiciones, música, jerga, dialecto, trabajo, producciones artísticas, forma de alimentación, fines en común y en fin, varias características que comparte una inmensa mayoría de personas. De esta manera, la identidad nacional se genera a partir de lo popular, quiero decir, eso que identifica a la mayoría, la cultura como constructora de identidad y como eje de cohesión social. A partir de esa concepción de lo cultural, La Economía Naranja planteada por Buitrago y Duque Márquez, actual Presidente de Colombia, es un despropósito que atenta contra el arte y que pone en riesgo las manifestaciones culturales de los pueblos.
Congreso de arte Moderno - Diseño: Cristian Mallki Gordo 
En primera medida, el documento “La economía naranja, una oportunidad infinita” es un texto avalado por el Banco Interamericano de Desarrollo BID, entidad financiera cuyo principal propósito es la búsqueda del desarrollo económico, al igual que fue creado por dos economistas. Con estas premisas, se entiende que los planteamientos de los autores están dirigidos a fomentar el crecimiento económico, fin propio de su condición profesional y que de ante mano, dichos planteamientos se aterrizan en porcentajes, números y dividendos, sin que durante el texto se haga una profundización en cuanto a lo que significa la cultura ni el arte. Más bien, el texto se plantea la manera en como los saberes culturales y el arte en tanto motores de producción y reproducción intelectual, pueden convertirse en una actividad comercial en función del capital, por ende, de ninguna otra cosa que del modelo neoliberal. La economía naranja, presentada con cifras en un mundo penetrado por los grandes avances del capitalismo y por el deseo humano de la obtención de riqueza, pareciera a groso modo, una propuesta atractiva, más para un sector del continente como el latinoamericano y más preciso para el caso de Colombia, donde se vislumbran las dificultades de ser pequeñas economías al amparo de la explotación de materias primas. Sin embargo, debemos aterrizar en la realidad de nuestro continente, de nuestro país.

Colombia es un país tercermundista, un país principalmente rural, con importantes raíces indígenas; la ventaja comparativa de Colombia es la agricultura por sus excelentes tierras que permiten la producción de alimentos. En segunda instancia, lo es también la explotación de recursos naturales, asunto en el cual no hace falta ahondar sobre sus grabes implicaciones ambientales y socioculturales. En tercera medida, la educación en Colombia se ubica en el penúltimo lugar del ranking en educación en América Latina, según el estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) a través del Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos PISA 2016 (BBC Mundo, 2016).

Sobre el último punto (la educación), quisiera plantear la siguiente discusión: si tan solo se tomara como base, los argumentos porcentuales presentados en La Economía Naranja, podemos ver que son los países desarrollados quienes llevan el liderazgo en materia; que sólo en América, es Estados Unidos quien aventaja al resto del continente en más del 90% respecto a la obtención de ingresos por medio de la industria creativa y que por ende tiene una ventaja comparativa bastante amplia. Estados Unidos como potencia, se encuentra por encima del promedio en educación, han hecho grandes inversiones en ciencia y tecnología, estas últimas son las que magnifican el potencial creativo de esa nación, pues las tecnologías innovadoras y la producción científica, dan como resultado herramientas hegemónicas en muchos aspectos del tipo de economía planteado. 

Si tomamos como ejemplo las industrias planteadas en el texto, como  la música, la producción cinematográfica, los grandes espectáculos escénicos y la producción de software, solamente las grandes potencias cuentan la capacidad científica y tecnológica para ese tipo de producciones, incluso, en el caso colombiano, los músicos más destacados y reconocidos deben recurrir al “Entertaiment estadounidense”, pues según Fréderíc Martel (Martel, 2010) los flujos de contenidos internacionales, medidos por el FMI, la OMC, la UNESCO y el Banco Mundial, muestran que solo Estados Unidos tiene el 50% de las exportaciones mundiales y Norteamérica (Canadá, México y Estados Unidos) domina los intercambios mundiales sin ninguna competencia, con el 60% de exportaciones en contenidos.

La razón es que en América Latina no hay mecanismos que permitan competir con los niveles de producción que presentan los países desarrollados. Si bien hay una visión positiva desde lo económico, no es tan sencillo posicionar a Latinoamérica como un referente importante de producción intelectual. Aunque la economía naranja es un destacado generador de ingresos, en el mismo texto, queda evidenciada la ventaja que supone para quienes tienen como soporte el capital económico, competir en la guerra de contenidos. Producciones como las del Circo del Sol, que generan miles de millones en ganancias al año, son posibles por la gigantesca inyección económica 
que se hace en estos espectáculos, tal cual como pasa con el cine, con los conciertos musicales y las producciones musicales, así como el destacado avance en generación de productos y servicios tecnológico-digitales. De hecho, en este último punto, las producciones culturales de países emergentes se realizan con tecnología creada en países potencia, pero solamente cuando desde la iniciativa privada se logra acceder a esa tecnología.

Por otra parte, la globalización conlleva a la homogenización; el poderío globalizante de las elites mundiales y el mismo capitalismo, imponen las prácticas populares universales: la música que se escucha, la ropa que se usa, los productos alimenticios que se consumen, etc. Ya la Economía naranja se posiciona en esa lógica al indicar la cadena económica “Pasando por creación, producción, distribución, comercialización y, finalmente, consumo” (Buitrago Restrepo &Duque Marquez, pág. 151). A esta maquinación se reduce el arte y la cultura como si fuera un simple producto, de hecho, lo que se plantea desde la economía naranja, es la formalización de empresas culturales como medios garantistas de control y fortalecimiento comercial. 

Aunque las tecnologías son herramientas que les han permitido a las personas comunicarse y entablar relaciones a largas distancias, hasta encontrar intereses comunes en un mundo cada vez más diverso, son estas mismas las que han promovido una mezcolanza cultural que arrasa de forma despiadada con los rasgos de identidad cultural de las comunidades. La comunicación en la modernidad produce entonces una crisis y es precisamente la de la  pérdida  de identidad,  la cual se ve seriamente  afectada  por  la integración  de diferentes características exoculturales a la cultura propia (Barbero, 2000).

La lógica del capitalismo es vender, generar consumo y en esa tarea también la cultura se impone a través de una guerra de contenidos entre los países desarrollados. En esa disputa, los países emergentes no tienen oportunidad, ya lo explica de mejor manera Fréferíc Martel al señalar que:

 “Ha estallado una guerra mundial de los contenidos. Es una batalla que se libra a través de los medios por controlar la información; en las televisiones, por dominar los formatos audiovisuales de las series y los talks shows; en la cultura por conquistar nuevos mercados a través del cine y el libro; finalmente, es una batalla internacional por los intercambios de contenidos en internet. Esta guerra por el Soft Power enfrenta a fuerzas muy desiguales” (Martel, 2010, pág. 415)

Martel manifiesta que hay una disputa de posicionamiento entre países dominantes, los cuales concentran casi todo el intercambio comercial en el mundo, también atribuye a estos países su intención de dominar los sueños e imágenes de los habitantes de países emergentes que producen poco o ningún bien o servicio cultural, por ejemplo, sólo el
1,77 % de las exportaciones de bienes creativos mundiales se originan en Latinoamérica y el Caribe” (Buitrago Restrepo & Duque Marquez).

Es una costumbre del neoliberalismo, encontrar el potencial económico de todo, de hecho, la cuarta regla de la Economía Naranja es: “la  cultura no es gratis”, de esta forma literal se plantea  en el texto que hasta la  propia identidad se pude volver  un  servicio  con fines lucrativos. Pero en ese sentido, la misma cultura que hace parte del constructo social, se va transformando en una mercancía para ser adquirida. La música tradicional, las danzas, las recetas ancestrales, la medicina tradicional, las artesanías secuestradas por políticas de propiedad intelectual se convierten en barreras de acceso a la identidad. 
Respecto a lo anterior, ya existen tensiones, pues los intereses particulares han llegado a patentar saberes culturales con fines comerciales. Sin embargo, sí hace falta una política de protección de los saberes colectivos ancestrales y culturales, pues como se ha evidenciado, potencias como China, ya producen en masa, sombreros autóctonos como el vueltiao y hasta túnicas guayú. Cuando hablamos de cultura hablamos de la representación de la vida y la forma de vivirla en un territorio. El primer paso para saberse es el conocerse a sí mismo individual, pero también como parte de un territorio, una sociedad, un contexto. 

Por último, la agresividad de la economía naranja plantea que “Quien sobrevive no es el más fuerte ni el más inteligente, sino el que se adapta mejor al cambio”
(Buitrago Restrepo & DuqueMarquez, pág. 48) Ese cambio consiste en hacer de la creatividad, de la producción artística y de la construcción cultural, objetos mercantiles desechables, rezagados al olvido o a la privatización del conocimiento, en contradicción con todo lo que significa cultura, pues “Los sujetos desarrollan formas (…) propias que les cohesionan como grupo y que consolidan un referente simbólico clave para sobrevivir
(Programa Presidencial Colombia Joven, Agencia de cooperaciónAlemana GTZ, Unicef Colombia, 2003)

Si bien la Economía Naranja plantea teóricamente ventajas económicas, estas podrían ser una realidad somera, si por lo menos en el campo educativo, cultural y científico, hubiera para América Latina, la suficiente inversión que permitiera potenciar la creatividad, el conocimiento, la producción artística, entre otros. Pero un país que disminuye su presupuesto en educación, ciencia y cultura, para aumentar el presupuesto a la obtención de armamento y a la incorporación del capital humano creativo a grupos armados, está desperdiciando las oportunidades “infinitas” de las que habla el mismo autor de la Economía Naranja.

Cenuver Giraldo Pinto, Ibagué, 2018


Referencias

Barbero, J. M. (2000). De los Medios a las Culturas. 

BBC Mundo. (10 de 02 de 2016).www.bbc.com . Obtenido de www.bbc.com:https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/02/160210_paises_bajo_rendimiento_educacion_informe_ocde_bm 

Buitrago Restrepo, F., & Duque Marquez, I. (s.f.). La economía naranja, una oportunidad infinita.

Martel, F. (2010). Cultura mainstream, cómo nacen los fenómenos de masas.
 (N. P. fonseret, Trad.)España: Santillana Edisiones S.A 2011.

Programa Presidencial Colombia Joven, Agencia de cooperación Alemana GTZ, Unicef Colombia.(2003). Estado del arte del conocimiento producido sobre los jóvenes en Colombia.

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