Una de las cosas buenas de viajar sin meta es encontrarte cosas bonitas e inesperadas por el camino. Me pasó en Japón. Escapando de la locura de Tokio, me subí a un tren y en el primer pueblo pequeño que encontré me bajé (pasaron una par de horas...). Para mi sorpresa, nada más salir de la estación ví a un montón de japoneses vestidos con simpáticos trajes y cojines en la nuca, corriendo como locos y peleandose (no literalmente) por tirar de un carro con niños dentro...