La niñez del Ser / The childhood of the Being
Y sin darnos cuenta Aquí Estamos
-------------------
"wohoooo" - niño
Tinta china sobre cartulina - 114.6x84.6cm, 2013 / Black Ink on watercolor paper - 114.6x84.6cm, 2013
La Juventud del Ser / The Youth of the Being
En el momento de
su puesta gloria
olvidó por completo
quien era.
---------------
"Increíble" - espectador atónito
Tinta china sobre cartulina - 114.6x84.6cm, 2013 / Black Ink on watercolor paper - 114.6x84.6cm, 2013
Los Malditos del Ser / The Damned of the Being
En aquellos momentos donde la perversidad humana
surge de una manera brutal.
De una manera que se puede describir, simplemente,
como, asquerosa.
----------------------
"Que asco" - guardia
Tinta china sobre cartulina - 114.6x84.6cm, 2013 / Black Ink on watercolor paper - 114.6x84.6cm, 2013
La Gula del Ser / The Gluttony of the Being
Dicen las historias que muchas
riquezas se encuentran allí.
Nadie nunca preguntó de que
tipo eran
-----------------
"tengo hambre" - jardinero
Tinta china sobre cartulina - 114.6x84.6cm, 2013 / Black Ink on watercolor paper - 114.6x84.6cm, 2013
La Ciudad del Ser / The City of the Being
Montañas heladas
donde alguna vez
calentó el sol.
calentó el sol.
-----------------------
"miren, el último camélido" - mujer mirando abajo
"miren, el último camélido" - mujer mirando abajo
Tinta china sobre cartulina - 114.6x84.6cm, 2013 / Black Ink on watercolor paper - 114.6x84.6cm, 2013
El Futuro del Ser / The Future of the Being
Siempre transcurriendo anda,
para nunca detenerse.
La coraza desaparecerá
para volver al lugar del que
todos provenimos.
------------------------
"se ha hundido más" - pescador
Tinta china sobre cartulina - 114.6x84.6cm, 2013 / Black Ink on watercolor paper - 114.6x84.6cm, 2013
La Esperanza del Ser / The Hope of the Being
Se trata de dejar
lo mejor que podamos
al resto.
-----------------
"ya no se encuentran así" - recolector
Tinta china sobre cartulina - 114.6x84.6cm, 2013 / Black Ink on watercolor paper - 114.6x84.6cm, 2013
Los Escasos del Ser / The Scarce of the Being
Atrapados en los planos
de un mundo desértico.
Aún sin cadenas
permanecemos.
-------------------
"..." silueta de la mujer andante
Tinta china sobre cartulina - 114.6x84.6cm, 2013 / Black Ink on watercolor paper - 114.6x84.6cm, 2013
Los Olvidados del Ser / The Forgotten of the Being
Las memorias del tiempo,
de un ser.
Construcciones que no se completan
de un humano
destrucciones que ni se sienten.
----------------------
"se mueve?" - niño a su padre
Tinta china sobre cartulina - 114.6x84.6cm, 2013 / Black Ink on watercolor paper - 114.6x84.6cm, 2013
La Vejez del Ser / The Old Age of the Being
Al final de sus días
se dio cuenta que aquella
vez, nunca le firmó el libro
al niño, su fan.
------------------------
"maldito" - el niño, 52 años
Tinta china sobre cartulina - 114.6x84.6cm, 2013 / Black Ink on watercolor paper - 114.6x84.6cm, 2013
__________________________________________
"Los Entornos del Ser"
Por alguna oscura razón, los seres humanos insistimos en construir infiernos a los que podamos dar el nombre de “hogar”. Me refiero, por supuesto, a las ciudades, esos gigantescos esqueletos de hierro y asfalto cuyas aceras trazan el marco de tantas vidas. O, al menos, así es como parece relevarse el mundo a través de los dibujos de Renán Kivaki: un lugar donde lo que creíamos familiar se nos aparece como algo ominoso, casi una sentencia de muerte.
La realidad que nos presenta el artista es, cómo dudarlo, la nuestra, pero vista a través de los ojos de alguien que todavía cree en la posibilidad de recuperar el Paraíso que alguna vez perdimos. Cada una de sus imágenes parece ser un capítulo de una guerra entre arquetipos contrapuestos: de un lado, lo urbano, que aquí se nos presenta como una ciudad descontextualizada y barroca, donde reinan el caos y la muerte: un universo donde no quedan opciones para encontrarse a sí mismo. Del otro, un mundo sencillo, infantil y armónico, lleno de animales y de naturaleza, donde la armonía todavía es posible. O, si lo prefieren así, es el desencuentro de la persona consigo misma, dividida entre la ciudad que lo absorbe y el pasado del que no quiere apartarse.
Pero, por muy descontextualizada que esté la ciudad en estos cuadros, es imposible olvidar que fueron hechos bajo el cielo de Lima, de la que Eielson dijo alguna vez que era “una ciudad asediada por la muerte”. Así, y siguiendo la estela de artistas como Marc Chagall (ese maestro de la nostalgia) y George Grozs (que captó como pocos la agonía de la guerra), Kivaki ha realizado esta suerte de “retratos” de una ciudad que es dolorosamente nuestra, pero que a la vez no es de nadie.
Estas son las tensiones que atraviesan cada una de las imágenes que nos muestra Kivaki, que ha sabido realizarlas con una minuciosidad admirable. El resultado es un trabajo que refleja la eterna tragedia del hombre condenado a abrirse paso por un mundo que, irónicamente, él mismo ha creado, para encontrar su lugar. Lo grotesco y lo bello, la oscuridad y la luz, y todavía la esperanza, tenaz e infatigable, aunque esté plantada en el medio de un mundo brutal y desalmado. Por suerte, el arte es una buena trinchera. O, según Kivaki, “el arte es sobre todo un camino de vida”.
Por alguna oscura razón, los seres humanos insistimos en construir infiernos a los que podamos dar el nombre de “hogar”. Me refiero, por supuesto, a las ciudades, esos gigantescos esqueletos de hierro y asfalto cuyas aceras trazan el marco de tantas vidas. O, al menos, así es como parece relevarse el mundo a través de los dibujos de Renán Kivaki: un lugar donde lo que creíamos familiar se nos aparece como algo ominoso, casi una sentencia de muerte.
La realidad que nos presenta el artista es, cómo dudarlo, la nuestra, pero vista a través de los ojos de alguien que todavía cree en la posibilidad de recuperar el Paraíso que alguna vez perdimos. Cada una de sus imágenes parece ser un capítulo de una guerra entre arquetipos contrapuestos: de un lado, lo urbano, que aquí se nos presenta como una ciudad descontextualizada y barroca, donde reinan el caos y la muerte: un universo donde no quedan opciones para encontrarse a sí mismo. Del otro, un mundo sencillo, infantil y armónico, lleno de animales y de naturaleza, donde la armonía todavía es posible. O, si lo prefieren así, es el desencuentro de la persona consigo misma, dividida entre la ciudad que lo absorbe y el pasado del que no quiere apartarse.
Pero, por muy descontextualizada que esté la ciudad en estos cuadros, es imposible olvidar que fueron hechos bajo el cielo de Lima, de la que Eielson dijo alguna vez que era “una ciudad asediada por la muerte”. Así, y siguiendo la estela de artistas como Marc Chagall (ese maestro de la nostalgia) y George Grozs (que captó como pocos la agonía de la guerra), Kivaki ha realizado esta suerte de “retratos” de una ciudad que es dolorosamente nuestra, pero que a la vez no es de nadie.
Estas son las tensiones que atraviesan cada una de las imágenes que nos muestra Kivaki, que ha sabido realizarlas con una minuciosidad admirable. El resultado es un trabajo que refleja la eterna tragedia del hombre condenado a abrirse paso por un mundo que, irónicamente, él mismo ha creado, para encontrar su lugar. Lo grotesco y lo bello, la oscuridad y la luz, y todavía la esperanza, tenaz e infatigable, aunque esté plantada en el medio de un mundo brutal y desalmado. Por suerte, el arte es una buena trinchera. O, según Kivaki, “el arte es sobre todo un camino de vida”.
