Era de estatura media, delgado y de cabello negro frondoso. Ā Callaba cuando podĆ­a y aunque tenia una cara muy expresiva era modesto en muecas y movimientos corporales. No lo pasaba mal dando la cara, pero era tĆ­mido y sentĆ­a la necesidad de mostrar una cara mejor en cada una de las conversaciones que se le ofrecĆ­an. No querĆ­a ser un campeĆ³n, ni alguien importante para sus desconocidos, solo querĆ­a no ser menos de lo que el consideraba una persona normal.Ā 
Queria cumplir.Ā 
Ā 
La cuestiĆ³n es que solĆ­a caer bien. Era como mĆ­nimo agradable.Ā La gente que conocĆ­a de tan solo un encuentro seguĆ­a preguntando por el tiempo despuĆ©s o incluso le visitaban de vez en cuando, y eso, por un lado le producĆ­a una tremenda alegrĆ­a pero por otro le causaba una tremenda preocupaciĆ³n.Ā 
TemĆ­a fallar.
AsĆ­ que se fabricĆ³ una brillante armadura. Un cuerpo infatigable que le hiciese mucho mas atractivo y que, de manera casi automĆ”tica, respondiera caballerosamente a los acercamientos. Que fuera propenso a agasajar con aspavientos a los cercanos. Que le allanase el camino en las paseos en compaƱƭa y le mostrase seguro de sus actos aun cuando no lo estaba. Que hiciera sus palabras mucho mas fuertes y cautivadoras.
Le funcionĆ³.
Ā 
Sus amistades se multiplicaron tanto como su galanterĆ­a y su capacidad para conversar con cualquier persona. Era mucho mas que agradable. Era recordado como alguien divertido, inteligente, encantador o incluso sorprendente en el buen sentido de la palabra. Nunca se quitaba su traje de metal dorado. La gente ya no recordaba como era su cuerpo, pero tampoco parecĆ­a importarle a nadie.
Siempre que querĆ­a tenia un amigo con quien charlar o una pareja con quien inflarse el ego, y cuando se cansaba desaparecĆ­a por tiempo indefinido sin tener que dar explicaciones. Nadie se enfadaba con el.Ā 
Su armadura hacia que fuera imposible.Ā Ā 
Sin embargo le veo desde hace dĆ­as meterse en el callejĆ³n de la parte de detrĆ”s de mi casa. Veo desde mi ventana del primer piso como deja la armadura escondida allĆ­ y sale sin ella al parque vecino. Se sienta en un banco con una pelota de tenis en la mano y espera a la chica que viene con el perro marrĆ³n. Todos los dĆ­as la espera. La mira al llegar. Cuando la tiene a su altura hace un gesto de saludar tan tĆ­mido que es casi imperceptible y aunque abre la boca no articula palabra. La chica pasa a poco metros de el sin percatarse de su presencia, y Ć©l la observa mientras se aleja. Luego se guarda la pelota en el bolsillo, agacha la cabeza y vuelve al callejĆ³n.
Y asĆ­ todos los dĆ­as.
Hoy al pasar bajo mi ventana, despuĆ©s de estar en el parque y una vez ataviado con su coraza de metalĀ se ha girado hacia mi demostrando que sabe que hace dĆ­as que le observo y me ha dicho: Nos vemos maƱana.
Armor
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