LA MORGUE


En lo que a mí concierne, en mi vida no hice más que llevar al extremo lo que ustedes ni siquiera se han atrevido a llevar hasta la mitad; si hasta han tomado su cobardía por prudencia y se han consolado con eso, engañándose a sí mismos. Así que yo, quizás, esté más vivo que ustedes. ¡Miren más atentamente! Ni siquiera sabemos dónde vive ahora lo vivo y qué es, cómo se llama… Déjennos solos, sin libritos, y de inmediato nos embrollaremos, nos extraviaremos, no sabremos qué opinión adoptar, de dónde agarrarnos, qué amar y qué odiar, qué respetar y qué despreciar. Hasta nos agobia ser hombres, hombres auténticos, de carne y hueso; nos avergonzamos de eso, lo consideramos una deshonra y tratamos de convertirnos en unos inauditos hombres universales. [1]

[1] DOSTOIEVSKY, FEDOR, Memorias del subsuelo. Ed. Colihue. Buenos Aires, Argentina, 2005.​​​​​​​





DEL CUERPO METAFÓRICO
a mi propia corporeidad



La Morgue consiste en una videoinstalación conformada por la reproducción en loop de un video de un descarne animal, proyectado sobre una de las paredes de un sótano silencioso. Con el piso empapado en sangre animal, el hedor de la sangre en descomposición se veía sutilmente acallado por el olor de pequeños charcos de acaroína. Se escuchaba en el fondo el sonido errático de una gota haciendo tic-tiic-ticc también en loop.

Lejos de querer agradar a los sentidos, La Morgue busca hacer cierta alusión a la carne humana, a la carne pútrida de un cuerpo mutilado y repulsivo que se confunde con el del hombre, identificándolo con la bestia y remarcando su propia animalidad. Siendo la anatomía del chancho la que más se asemeja al del cuerpo humano, La morgue, hace referencia al matadero humano, pretendiendo recordarnos que estamos creados bajo los mismos principios y marcados por la misma irracionalidad que domina la voluntad de nuestro cuerpo y la del animal, en contraposición con la realidad racional y planificada que el hombre se empeña en mantener para reprimirla.

El olor a acaroína, pretende entonces remarcar ese deseo de ocultamiento de nuestra animalidad, de paliación de la bestia. Es el olor que busca acallar y esconder el hedor de la sangre y de lo visceral. Olor que el hombre se empeña en reprimir como medio  desaparecedor de su animalidad: "El olor es la parte mala de la otra parte mala del hombre, la carne. El rechazo metódico se vincula, pues, socialmente, con el hecho de arrancarle a los olores sus prerrogativas en el campo social. El hombre es un animal que no huele (que no quiere oler), y en esto se distingue de las otras especies". [2]

"(...) Desde luego somos carne, esqueletos potenciales. Si voy a una carnicería siempre pienso lo sorprendente que resulta que no esté allí en el lugar del animal". [3]



[2] LE BRETON DAVID, Antropología del cuerpo y modernidad. Ed. Nueva Visión. Buenos Aires, Argentina, 2002, p. 116.
​​​​​​​[3] BACON, FRANCIS, The brutality of Facts, Interviews with Francis Bacon de David Sylvester.



DEL CUERPO METAFÓRICO a mi propia corporeidad




DEL CUERPO METAFÓRICO a mi propia corporeidad


© Flavia Rolla. La Morgue, Videoinstalación. Registro, 2010.

La Morgue.
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