No lo entiendo, no te entiendo. Pienso en ello, pienso en ti.  Desconcierto ocre que tiñe mi mente, todo mi mundo,  de colores pardos. Caminaré despacio con pasos pequeñitos por el sendero de cuadros. Miraré esos cielos rizados, ojos bien abiertos,  a ver si me ayudan a descubrir otros colores, pájaros de primavera que están por venir

 

Hoy llueve. Llueve tinta turbia. Llueve con viento, llueve trazo fino que moja, apenas, el dobladillo de mi falda. Y el viento mojado me roza la cara y me revuelve el pelo, me ronda alrededor y me enfría los párpados, bien cerrados al rumor del estruendo de las gotas en mi paraguas. Porque abro mi paraguas, porque cobijo en él mis ganas de caminar a pesar de la lluvia, porque extiende sobre mí  el color de los atardeceres sin lluvia, de los amaneceres solitarios que nos encuentran en las ventanas viendo salir al sol. Llueve, pero bajo mi paraguas puedo ver el sol.

 

Con serenidad sopla el viento en la meseta china. Me gusta escucharlo. Serenas nadan las carpas rojas en el estanque del patio. El arroz crece verde mientras los patos atraviesan los tempranos atardeceres del otoño camino del sur. Relajado vuelo. El suelo se cubrirá de fina capa de hielo también este invierno. Abriré los ojos y todo seguirá igual. Sereno.

 

Me duele, me abate esta atmósfera sin aire, cansancio pespunteado en mi cuerpo que se queja de dolores viejos. Pasos acartonados siguiendo líneas zigzagueantes. Me siento trepada por frondas de pesares. Lianas aterciopeladas me envuelven con su tacto perverso. Suave pesadumbre, tibia aflicción. Me arrebujo en ella y camino por sus senderos.

 

Tengo tantas cosas en la cabeza… Tantas, tantas, tantas… Miles de ideas que bullen y se expanden. Son poliédricas, circulares, rayadas, de estampado escocés, lisas, con dibujos o letras. Son mis ideas, mis proyectos, mi particular visión del mundo, de un mundo en el que los soles son como los deseos soplados de los dientes de león. 

 

La plus belle de mon quartier. ¿Es que no os dais cuenta? Miradme. Soy la más elegante niña de este barrio. Camino con pasos resueltos, me siento con cuidado y no arrugo el vestido. Pelo en orden, bonito lazo, vestido plisado.  Bajo este abanico de buenos modales se tensa mi cuerpo. Pero no importa, soy la más bella.

 

Voy a construir un alto muro de altas paredes  entre el mundo y yo. No me miréis. Mis pupilas son de cristal, cristal afilado. Voy a enredarme en alambres de espinos para que no me toquéis. Mi piel es gélida hoy. Voy a enmudecer en tonos grises. No me habléis, mi voz cayó a un profundo pozo y la dejé allí, en la fría oscuridad del agua.

 

Desde el  centro  del laberinto llevo recorridas muchas cuadrículas, llevo traspasadas muchas líneas. Y estoy a punto de salirme de esta cuadrícula de vida. Se me alborota el cuerpo, mi pelo danza, ríe convulso y trepa cual enredadera  en celosía oscura. Poco, muy poco me falta para dejar este camino marcado y lanzarme al desconocido caminar sin rumbo.