Gouaches made for the illustrated edition of the Amparo Dávila's sinister tales.
EL HUÉSPED Y OTROS RELATOS SINIESTROS
Relatos: Amparo Dávila | Ilustraciones: Santiago Caruso
Fondo de Cultura Económica | 2018
Presentación El huésped y otros relatos siniestros de Amparo Dávila por Jazmín Tapia, 2018 | Congreso Internacional de Literatura Fantástica Hispanoamericana |
" [...] En El huésped y otros relatos siniestros, la coincidencia, que no es fortuita, del modo de articular y comprender la realidad de Dávila y Caruso desata un diálogo entre la palabra y la imagen que no será indiferente para los nuevos y viejos lectores de la obra de la escritora, porque el ilustrador argentino parace dar vida a lo solamente sugerido por Dávila en sus cuentos, da forma a aquello inaprensible e inombrable que habita detrás de la realidad que se manifiesta, mediante la ambigüedad y el silencio, en las narraciones de la zacatecana. Las imágenes que acompañan los relatos que componen esta edición parecen concentrar uno de los rasgos definitorios de la poética daviliana, me refiero a lo vivencial, no sólo como la potencia que alienta la escritura de Dávila, sino como el gesto, plenamente codificado en sus narraciones, del momento exacto en el que las certezas que sostienen la precaria concepción del mundo de los personajes de Dávila se derrumban, manifestándose en estados de angustia, dolor y desvanecimiento de la individualidad.
Las imágenes de Caruso son de una belleza contundente: una mujer encadenada que se inmola bajo el poder aniquilador del fuego, representación de la única vía que tienen algunos de los personajes davilianos para salvarse de una realidad que los asfixia; hombres descarnados y mujeres de rostro difuminado que revelan el deterioro mental y físico de los personajes cuando se enfrentan a lo inexplicable; un rostro femenino fragmentado que da cuenta de las diversas realidades mentales que habitan a los individuos y que Amparo Dávila explora en sus cuentos; una boca enorme que acecha en lo más oscuro y profundo de una casa familar, representación del extrañamiento y lo ominoso como sellos inconfundibles de la obra de la zacatecana; una mujer desnuda ataca de brazos y piernas por una tela roja que parece suspendida de la nada, alusión al estado de angustia y sometimiento que viven los protagonistas al enfrentarse con un destino funesto e impostergable.
Por supuesto que estas imágenes parten de un ejercicio de interpretación personalísimo del ilustrador, para quien, no obstante, sería imposible ejecutarlas si la obra literaria no permitiera una conexión. Uno de los trabajos más representativos de Santiago Caruso es, justamente, el acercamiento que ha realizado de la imagen pictórica con la literatura. Ha ilustrado, por ejemplo, “El horror de Dunwich, de Lovecraft, La condesa sangrienta, de Alejandra Pizarnik, Los cantos de Maldoror, de Lautréamont, pero también portadas de discos e historietas. La obra del argentino, considerado uno de los artistas plásticos más importantes en la actualidad, porta el signo de una búsqueda: la de encontrar un punto de coincidencia entre diversas disciplinas artísticas que posibilite un diálogo entre ellas, pero “si esa conexión no sucede la obra está muerta, es hermética, y todo lo que vive encerrado muere, huele mal”,[1] dice Caruso. Esta declaración también tiene puntos de coincidencia con lo acentado por Dávila cuando define la naturaleza de una obra literaria: “Hay cuentos técnicamente bien escritos, pero que nacen muertos. No quedan en la memoria de quien los lee”. Para la autora, la obra literaria no nace en la búsqueda de la perfección formal, sino en la palabra justa que vivifica las experiencias y que propicia un sensación en el lector, un diálogo y una conexión. La publicación de El huésped y otros relatos siniestros confirma que la obra de Amparo Dávila hoy está más viva que nunca, porque sigue propiciando diálogos e interpretaciones de diversa naturaleza que dan cuenta de la enorme riqueza y complejidad de la escritura de la zacatecana, cuyo nombre es ya un referente imprescidible en nuestras letras mexicanas.
Jazmín Tapia
