La arquitectura lleva la huella de la época en la cual fue construida y por lo tanto se convierte en un espacio con fuerte identidad. Los transeúntes cotidianos asimilan los edificios como un punto de referencia, de encuentro, de aprecio y de recuerdo también, como el FIDUCENTRO (Pereira, Colombia). Se trata de un edificio laberintico, con una arquitectura angulosa, una geometría intricada llena de vacíos de otras épocas, huellas en las paredes y pisos testigos. En el corazón del edificio, el imponente mural de Omar Rayo, vibra en resonancia con lo arquitectónico y lo emocional. Aquí, los momentos desechados del pasado se mezclan con un presente olvidado y un futuro despreciado, atravesados por rastros de cultura ancestral. El Fiducentro no deja nadie indiferente; explorando la difícil estructura, nos reconocemos. Nos recuerda que el valor del patrimonio depende de su consideración por la sociedad en cada momento de la historia. Los hábitos se mantienen, el hombre sigue su diario vivir y el patrimonio sufre, enterrándose poco a poco en la negligencia, el desuso y cuando menos se esperaba, desapareciendo. El hombre evoluciona, la cultura se adapta y la ciudad se transforma, para mejor o peor, nada será como antes después de mañana.
