El proyecto surge de la idea de crear un museo en el que la continuidad espacial y de circulación fuese total.
Para ello partimos de la forma geométrica más básica (el cubo) y se procede a su deconstrucción mediante la rotación de sus planos. Dichos planos generan aperturas en el edificio, gracias a las cuales se introduce la luz natural y se crea una intencionada división espacial interna.
La implantación del volumen se efectúa en una gran zona soterrada que nos permite obtener numerosas escalas visuales y espaciales.
Una gran pieza perimetral, con su propia sintaxis, se sitúa como límitación de ese espacio permitiendo el contacto entre el museo y la estructura urbana del entorno. Este elemento se fragmenta mediante los mismos planos de corte del cubo, de esta forma se crean accesos a la plaza con gran profundidad visual.