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¿Dónde empieza y dónde acaba lo humano? ¿es el lenguaje humano?
El lenguaje, que no la comunicación, es creado por el hombre, lo que lo hace una herramienta creada por el humano para el humano.
¿Dónde acaba la voluntad propia y comienza la voluntad de la herramienta?
Es evidente que siempre que se utilice una herramienta se comenzará una danza, un diálogo entre la voluntad propia y aquella inherente a la herramienta, pues es lo nat- ural. Pero ¿qué ocurre cuando el humano olvida el carácter útil de la herramienta y subyuga su voluntad a la de la herramienta?. ¿Qué ocurre cuando el humano convive con esas herramientas?
El proyecto plantea dicha pregunta y proporciona lo que considero –yo (la objetividad tampoco es humana y puede llevar a malentendidos)– la respuesta: la toma de conciencia. Sin ella, se perdería la voluntad propia y regiría la voluntad de la herramienta, anulando así nuestra capacidad crítica. Sólo de forma consciente nos aseguraremos de que esta danza nos sea beneficiosa. Consciente de que cualquier tipo interfaz se regirá por unas normas, leyes físicas a las que deberemos acomodar nuestra voluntad sin permitir que el mensaje original pierda su esencia.
La instalación consiste en una habitación en la que encontramos, a parte de lo cotidiano ya en ella, un proyector proyectando su propia proyección en la pared, valgan las redundancias. Dicha proyección es en parte rebotada mediante un espejo, generando así tres focos de luz, tres proyecciones de lo proyectado. Se trata de ese patrón tan repetido en la naturaleza, un sistema fractal.
De este modo se plantean diversas cuestiones. La primera pretende evidenciar la relación entre el espacio “real” o tangible con el espacio virtual, intangible. En ella habita nuestro vínculo con las herramientas a la vez que cuestiona lo que es considerado real y lo que no. ¿Es la proyección real? Proyecta la realidad, pero la modula introduciéndonos en un infinito, ergo la proyección es un filtro por el que pasa “la realidad”. ¿Pero, acaso existe una realidad objetiva?¿Somos nosotros, sujetos, capaces de generar objetividad?¿O quizás, al igual que la proyección, somos un filtro por el que pasa la realidad?. Según Kant el mundo no existe al margen de nuestro entendimiento pues sólo es posible conocer un objeto si éste se conforma a su vez en nuestra conciencia –el objeto forma parte de nosotros (M.Heidegger)–.
La segunda cuestión sugerida trata otra relación: la relación entre las herramientas del hombre y él mismo. ¿Qué podría suceder si olvidáramos que habitamos en una interfaz –inherente a la herramienta–?. Retomando el ejemplo del lenguaje, Heidegger plantea que “el hombre se comporta como si fuera el forjador y dueño del lenguaje, cuando es éste [...], el que es señor del hombre” y dice que “cuando esta relación de señorío se invierte, el hombre cae en extrañas maquinaciones” refiriéndose con “extrañas maquinaciones” a la poesía. Mediante la poesía, la “mala” utilización del lenguaje, se consigue crear y transmitir conceptos e imágenes para las que el lenguaje “correcto” es insuficiente.
A Isaac Asimov en una entrevista le piden opinión –cuando aún no estaba tan establecido–sobre el futuro con internet y éste proporciona una aproximación muy optimista en la que internet actuaría de profesor personalizado para cada niño y en el que cualquiera podría fomentar sus vocaciones. ¿Ahora que conocemos el potencial de internet, por qué no se ha cumplido su predicción?¿Pudiera ser que internet, al igual que el lenguaje nos pertenece?
