“La travesía, después de la travesía de la carencia, la travesía de lo impropio, el amor y el reino. La travesía del amor y la del reino se levanta bella, fascinante, se diría que justa pero insuficiente. Es nada menos que el eje de los cuatro primeros cantos del poema. Es el amor espléndido, el amor de Eneas y Dido (Elisa, amante, amada, amanza). La erección hermosa de la ciudad hermosa, Cartago, y nada menos que ante los ojos de los buscadores de patria. Es el hallazgo de la felicidad y del hogar.
Y sin embargo, la felicidad y el hogar, es lo impropio. Por eso va a producirse el esquive cruel de Eneas, que lo van a sorprender en el amor espléndido y en la ciudad espléndida con la advertencia, pues le recordarán que no hay patria sin destino y que el destino es más que el hogar y que la dicha.
Dido abandonada, Cartago abandonada. Nunca, nunca dejaré de conmoverme hasta las lágrimas ante la voz de Dido, la suicida, frente al abandono puro e intacto de Eneas. “Sic sic innat ire sub umbras” (“así, así, gozoso irme a las sombras”), dice Dido, mientras se suicida. “Así, así, este gozoso irme a las sombras”. Difícil es imaginarse amante igual, difícil es imaginarse altura igual en un ser femenino, y sin embargo, el destino es más que el hogar y la dicha. “Sic, sic, innat ire sub umbras”. ¿Qué mujer podría decir eso hoy?
Godofredo Iommi M.
Los Lamentos de Dido
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