Al ritmo de "papá" Chacalón se torna una batalla oral muy fuerte entre un cobrador y un anciano algo fornido.
-¡Que me des mi vuelto, desde cuándo cobran sol cincuenta desde Benavides!
-El pasaje es sol cincuenta señor, cálmese- dice el cobrador.
-¡No, tú no me vas a decir que me calme, dame mi vuelto o nos sacamos la mierda ahora mismo!- dice el hombre de hombros anchos.
-Señor, primeramente, no le estoy faltando el respeto – dice el cobrador, esforzándose en buscas palabras que rara vez usa - segundamente, usted fíjese en el tarifario, qué problema se ha…
-¿Y desde cuándo todos ustedes respetan ese tarifario? – interrumpe, y a la vez situa su mano en el lugar donde debería haber un tarifario – ¡Lo que quiero es que me des mi vuelto ahorita mismo, ratero carajo! –lo confronta ahora cara a cara, su aliento fétido invade los alrededores del rostro del cobrador.
- Entienda, usted viene desde el Óvalo…-sigue manteniendo la calma el ladrón, finge lo que es obvio, se burla.
- Desde el óvalo, desde el óvalo viajo todos los días, ¡y pago un sol veinte, dame mi vuelto! –se enterca y no se mueve de su lugar.
- Oe ya viejo tanta vaina llama a un tombo y reclámale a él, ¡deja de joder  y ya siéntate!- grita fuertemente el conductor, y su estruendosa  voz hace a un lado la canción que todos escuchan pero nadie oye. hasta hace poco, él, mientras manejaba a 80 kilómetros por hora, llevando consigo a 15 diversos animales, perdón, personas,  se deleitaba musicalmente de manera muy egoísta escogiendo  entre música chicha y reggaetón.
El vehículo de transporte, muy aparte de la música a elevado volumen, está en silencio, el lugar está repleto de indiferencia, todos y cada uno de los pasajeros saben muy bien que ese anciano  tiene la razón, y las agallas para enfrentarse a semejante abusivo, mas para ellos él es un desconocido más, no quieren problemas con éste, están doblegados, sus profesiones, estudios, mayúsculos y minúsculos conocimientos sobre leyes y cómo dialogar les son insuficientes para lidiar con un cobrador, siguen optando por viajar escuchando música, jugando videojuegos en sus celulares, chateando, leyendo periódicos y otras actividades. También hay chicos durmiendo, de esos que sueñan risueñamente, mientras cerca de ellos, a sus costados tienen un anciano (a) respectivamente, otros contemplan el viaje  mientras fingen preocupación, ponen cara de disque personas interesantes… tienen poco en la cabeza.
Como decía, aquel hombre, mi amigo, se encuentra completamente solo, ese hombre, lucha por sus derechos causándose a sí mismo el peor de todos los males: el estrés. No están en juego treinta centavos (que dicho sea de paso, son lo único que le alumbra esta noche) está su sangre campesina, contrastándose ante la humillación, enfrentando la injusticia, reclamando lo que le pertenece. Nadie se da cuenta. Es que cosas así se ven a diario. Piden milagros, pero no ven, no escuchan, no sienten…
La apelación a favor de un viaje pagado justamente por este hombre, mi amigo,  en contra del cobrador  y chofer que a la vez hacen de verdugo y juez correspondientemente, está por acabar.
- Ustedes siempre quieren hacer  lo que les de la gana – dice el anciano sin percatarse que mientras continua hablando la voz se le quiebra, a causa de la indignación - les importa muy poco quienes viajamos aquí, roban el dinero a la gente cuando quieren y nosotros no decimos nada, nada decimos, por no enfrentarnos a ustedes, ¡se olvidan de dónde vienen carajo! –y claro que tiene de qué indignarse, él mismo dijo: ¡Dame mi vuelto o nos sacamos la mierda ahora mismo!
Algunas cabezas se asoman perezosamente, empiezan a interesarse por las palabras del viejo. Un joven, que mira las calles escapar  rápidamente ante sus ojos, siente como sus oídos siguen perdiendo interés por la monótona música chicha del conductor , a la  vez que la discusión retumba en sus tímpanos, el cuerpo le hierve, recuerda sus primeros días como universitario, reclamando, llevando al máximo sus derechos como estudiante, sintiéndose muy bien  discutiendo a diario con cuanto cobrador quiera abusar de él a diario, después de muchas canas y tensión en hombros  y espalda acabé por rendirme piensa el joven, sigue recordando como terminó por evitarse problemas pagando” lo establecido” según ellos, recuerda qué cosas le tocó pasar al buscar tomar otras rutas en busca de equilibrar su economía  y tiempo, ahora empieza a reír, sí, a reír, pero no se burla, solo acaba de recordar  también las veces que llegó a vencerlos y hasta  viajar sin pagar un solo centavo.
 La discusión cesó, la música se elevó al máximo - otra vez- gemidos de mujer acompañados de groserías emitidas por voces roncas al son de la música del ómnibus viajaban con nosotros, aquel hombre robusto, se veía y sentía extenuado. Quise dormir un poco, total siempre despertaba a unas cuadras de su casa, siempre.
Desperté antes que aquel joven, el pobre no reconocía las calles por donde pasábamos, hasta que el carro giró en una esquina y volvimos a la ruta, ahí entonces, recuperó el color de su piel,  ya estaba cerca de casa, pude ver como el alma le volvía al cuerpo, créanme, le volvía al cuerpo.
-Baja en la esquina – dice una señorita uniformada de aeromoza.
Esquina baja. Bajan tres – dice el cobrador, mirando meticulosamente a quienes están por bajar, entre ellos  está aquel anciano.
El fornido hombre mediano, se queda en la puerta del ómnibus, grita fuerte para llamar al policía, que coqueteaba con una  jovencita a afueras de la comisaria, se despidió improvisando: “Los deberes son lo primero preciosa, voy a tu puesto a cuidar de ti más tarde”. La riña de hace media hora no podía quedarse así, aún quedaban testigos de aquel incidente en el vehículo de transporte, los curiosos se asomaron cuanto pudieron, estaban dispuestos a servir de testigos, ahora sí.
 El policía se acercó con pasos largos y fuertes al ómnibus, Juan, curioso por la situación, se sentó dos asientos hacia adelante en el lado derecho y atento empezó por ver y escuchar lo que podía, siguió recordando situaciones similares en cuanto a su experiencia con los ladrones de centavos, como solía llamarles burlonamente.
-Señor policía, señor policía, éste es un abusivo, maldito es, ¡maldito! - dice el anciano señalando al cobrador – desde Benavides me quiere cobrar sol cincuenta, todos los días  yo pago sol veinte es un abuso esto, ¡abusivo es señor!
- A ver – dice el policía - ¿eso es verdad? – le pregunta al cobrador - ¿usted no sabe que la queja de un pasajero hacia la empresa denigra a esta?
- Pero señor policía, el pasaje de donde viene este señor es sol cincuenta, él es el único que ha hecho problema por el pasaje, nadie más está reclamando ¿o sí? Y otra cosa, él me ha insultado y amenazado con golpearme también.
- Pero son treinta centavos, a usted qué le costaba devolverle al señor ese dinero – dice el policía, abogando por el pobre hombre – Dese cuenta que aquí el señor presente está muy alterado – de hecho, sí que lo estaba, esos  treinta centavos, aparentemente los necesita más que usted, ¿no lo cree? –no se nota, diría yo – haga el favor de tomar en cuenta esta situación la próxima vez que pase algo similar – dice imponiéndose el policía mientras  toma del hombro al anciano  y lo contempla cual hijo leído a su padre provinciano  – ya váyase, que no vuelva a suceder – el policía acompaña sus palabras con señas y prosigue con platicar con aquel hombre de otro tema en busca de calmarle.
Tiene en mente invitarle un lonchesito, así calma a su nuevo amigo, y se vale de él para recalcar que tiene buen corazón frente a la jovencita que pretende en la juguerÍa. El señor muy contento agradece en silencio a Dios por toparse con un policía tan bueno, luego piensa qué contarle a cambio de su generosa invitación a comer, de Sendero Luminoso le voy a contar, este joven tiene que saber, le va a gustar, ¡estoy seguro, ojalá le guste!, piensa.
No eran treinta centavos lo que perdió, no, fue alegría, respeto a sí mismo, tranquilidad,  otra persona lo sometió en sus narices sin más explicación que la del tarifario nominal ese, tarifario que ignoran y hacen valer cuando les conviene los transportistas. Ladrones de centavos, ricos de clase pobre, a falta de corbata e instituciones privadas que usar para hacer  fortuna, conjugan lisuras y amenazas para cobrar lo que se les de la gana, piensa mi otro amigo, para sí mismo, mientras termina de anunciar que se bajará en la siguiente esquina.
Llega a casa, con aquel pobre anciano en sus pensamientos, con sus  palabras retumbando en su cerebro, sí, ahí, hinchándole la cabeza y no permitiéndole conciliar el sueño como bien planeado quería hacer…
-¿Hola mamá, qué tal tu día? – Finge una sonrisa y claro, el que todo esté bien en casa- ¿Cómo están tus plantas?
-¡Hola hijo! – corresponde su mamá muy sonriente alargando cuanto puede la primera o de la oración – aburrida, veo la tele, ¡mi serie está emocionante! – vuelve la vista al televisor  mientras sigue acostada en su cama de dos plazas, bien abrigada– mis plantas están bien, las riego mañana, hoy no porque hace poco acaba de irse la lluvia, ¿no tienes frío hija?
-Para nada ma, no tengo frío, en serio – le dice mientras le besa la cabeza -
Su mamá suele equivocarse seguido llamándole hija en vez de hijo, al parecer le habría encantado que su primogénito haya sido niña, Juan piensa que quizá ella ni cuenta se da de que le llama así por ratos, tal vez él la escucha mal y ella nunca le llama así. ¡Bah!, no es la gran cosa, piensa Juan.
Ay mamá, no sé cómo le haces para sonreír cada día con lo poco que tenemos para comer, piensa a diario Juan, sí, así se llama, Juan Miranda Cuevas Nieto, un chico con nada más que 19 años, metro sesenta y tres de estatura, ojos claros, tez blanca, contextura delgada, poseedor de una cabellera negra y desordenada, desordenada como la vida que lleva desde que dejó de hacer lo que debía y empezó solo a pensar  y pensar en qué hacer para salir  adelante.
Cree carecer de emociones afectivas hacia su madre que según él, “se está perdiendo” entre la tv, sus plantas  y el absurdo pensamiento de que su padre vuelva con ella para terminar  envejeciendo juntos. Cosa que él cree como imposible.
Mientras sigue conversando con su madre sobre los comerciales, anuncios de series y cosas sin importancia, no deja de pensar en lo que para  variar, termina  viendo al menos una vez al día, minutos después de que su madre va a dormirse, pornografía.
-Bueno ma, ¿me voy a dormir  ya? – dice mientras  arroja su mochila en su cama (que está en el mismo cuarto que la cama de su madre).
-Está bien hijo, pero primero báñate ¿sí? – le dice su madre como quien le pide un favor  a alguien – dúchate y bota todo el estrés del colegio hijito, te va a hacer bien hija.
-Universidad mamá – corrige con tono seco – no, ¿mañana ya? – se esfuerza por sonar educado y convincente, no planea ducharse, hoy no.
-Mañana, todo mañana, ¡qué te bañes he dicho! – le grita, mientras  fija su s protectores, pero en esta ocasión molestos ojos hacía él, a la vez, gira su cabeza en busca  de los ojos de su hijo.
Silencio incómodo.
- ¡Ya! – se rinde con un grito, luego calla y se va renegando a la ducha.
Silencio total, ya no son los comerciales lo que reproduce el televisor, está dando una serie de ciencia ficción en el canal 9, la mamá de Juan ya se ha hecho la idea desde hace mucho, en ponerse así de fuerte cuando su hijo no quiera asearse diariamente. Le preocupa su imagen, y mucho más su futuro.
Puedo mantenerme alegre y no preocupar a mi hijo por las cosas que estamos pasando, puedo ser fuerte, tolerar que llegue a casa cansado y sin ánimos de conversar más que un rato conmigo porque está en la universidad, puedo pasar hambre para que él pueda almorzar bien y así rendir bien en sus estudios, pero no puedo permitirme que se descuide, que pierda su higiene y que no avance, piensa María, la madre de Juan.
María es una madre sacrificada, lleva sin trabajar casi un año, tuvo un accidente hace ese mismo tiempo atrás, la empresa para la que trabajaba no le permitió recuperarse y luego volver al trabajo (como ya tenía planeado en los mismos instantes de terror en que sufrió la caída que le costó el trabajo, y propinó una cicatriz muy evidente en la pierna izquierda).
Es de estatura y contextura mediana, tiene una larga cabellera negra acompañada de unas canas que le sientan muy bien debo decir, experimenta otra religión mientras sigue cuidando de su inmenso jardín y los Atalayas que lee cuando no hay nada que le interese en la caja boba.
-¡Hijo! – grita María hacía donde se encuentra Juan duchándose.
-¡Qué, mamá! – contesta el chico, algo calmado.
- Nada nada, olvidé que estabas en el baño, perdón hija.
-Hijo, mamá, soy, tu hijo… - hablando para sí mismo dice Juan, mientras agacha la cabeza y mira como cae el agua con shampoo.  Señor, por favor dame fuerzas, amo a mi mamá, pero me pone de un humor, sé que soy muy renegón, sí, ayúdame señor, por favor, ¡que pase esto rápido! habla con Dios en su mente.
- ¡Está bien mamá,  no te preocupes! – pero piensa: no me voy a ir mamá, no tengo adónde. Sigue duchándose.
Terminó por sacarse de la cabeza sus pensamientos pesimistas, se calmó afuera del cuarto, se arrodilló y acto siguió rogando a Dios para que le de fuerzas, para no volverse loco de hambre, o ira, acabó su oración, entró al cuarto, sintió ternura al ver a su mamá ya descansando muy risueñamente, con mucho sigilo le dio un beso en la frente, terminó de arropar meticulosamente sus piernas, y caminando con las puntas de los dedos de los pies, terminó por derrumbarse en su cama, contemplar el color negro del techo sin luz y enunciar en voz baja: Mañana será un mejor día, gracias Señor. Sin mucho esfuerzo terminó dormido.
Yo decidí moverme rápido, habían más casas por visitar, y no es que sea Navidad  y yo esté evaluando a todos los niños grandes  y chicos, no.
 Juan y su madre llamarón mucho mi atención, pensar en cuántos hogares más habrán situaciones similares a las que padecen bastó para hacerme llorar, no quise contenerme, lo hice en silencio, mi universal dote, tiene un alto precio.  No obstante, el tiempo no perdona a nadie y yo tenía que seguir.
Caminé cerca de la casa de María y su hijo, intuyendo poder encontrar  más historias que recopilar. No demoré mucho, encontré cerca a una mujer sollozando alrededor de tres chicos, me acerqué lo más que pude:
-¿Están seguros que está bien? – lanza su pregunta al aire en busca de respuestas de alivio la madre desconsolada - ¿Por  qué está apagado su celular entonces? ¿Por qué no me llama Carlitos? ¡¿Dónde está mi hijo?! – rompe en llamo al soltar la tercera pregunta.
- Cálmate tía Carmen, ponte fría por favor, el gordo debe estar con su flaca, si le hubieran robado ya estaría acá, franco pues, saca  tu cuenta, ponte que le hayan robado en el Mega Plaza y…
- Oe cállate Sergio, ¿qué hablas? No le metas más ideas a la tía Carmen, tía el gordo está bien, no te pongas así por favor que nos sentimos mal, ¿sí? – la toma suavemente por los hombros y trata de  convencerla-  Anda vamos a entrar a la casa, ¿ya tía? aquí  fuera hay muchos sapos  tía- me pareció que me miraba, me sorprendí, luego entendí.
-Está bien sobrino- se limpia las lágrimas del rostro- vamos adentro  -abre los ojos y mira  el horizonte mientras respira muy hondo-  vamos chicos  –esta frase la pronuncia lentamente, como quien se resigna a hacerse la idea de adoptar  tres hijos nuevos como reemplazo, consuelo de la pérdida de uno.
La señora Carmen, su hijo Carlos, Cristian, Sergio y Gian conviven dentro de aquella casa  vieja, pintada de verde, estos cuatro chicos,  han compartido rivalidades desde que tienen memoria, y aunque de  edades disparejas  jugaron canicas, trompo, kiwi y por último  fútbol, han confesado a  todo el grupo cuantas experiencias les ha tocado pasar en sus vidas, se han acompañado y hecho casi hermanos. Solo como última opción se acompañan en duos, Gian  y Sergio pasean riendo hasta donde creen conveniente llegar, toman muy en serio el no perderse, debido a que Gian una vez se perdió en Gamarra estando con sus padres, contaba solo 4 años…
Gian hace reír mucho a Sergio, aunque tiene el humor negro es algo extraño para su mayor, la mayor parte del tiempo la pasan muy bien.
Carlos  y Cristian, tanto como amigos y primos, son rivales, aunque nunca se han enemistado por tal motivo, buscan emular al otro, superarle y luego pasar  a otra afición para tomar ventaja el uno del otro,  ambos no encajan en los círculos sociales de sus escuelas, ni tampoco se permiten dejar someter por la mayoría – como dice el mismo Cristian: La razón no la tiene la mayoría.
Cristian hasta hace más de medio año ingresó a la universidad, se fue alejando del grupo, le costó, y mucho el dejar de ver a sus viejos amigos.
Las veces que él podía encontrarse unos momentos con ellos era bien llegada la noche, cuando ellos descansaban mientras hablaban de cómo estuvo el partido contra otros equipos.
-¿Qué hacen? ¿Ganaron?-pregunta alegre al grupo, Cristian.
-¡Afirma! – contesta Gian – te estaba llamando  y nada, me mandabas el buzón de voz-le muestra el teléfono-y…
-Ah es que estaba durmiendo camino a casa –se toma la cabeza por detrás mientras sonríe- lo siento, ¡pero el viernes vengo más temprano, el viernes entonces!-se encienden sus ojos.
-           Nada… hemos jugado más de 4 horas- interrumpe Carlos- nos duelen las piernas, hoy jugamos con unos paisas de acá arriba, más duros eran…
-          ¡Sí pues! A las justas ganamos por dos goles loco, ¡sufriendo ah!- dice Sergio.
-          Y eso que el gordo no ha tapado,¡ se metió dos goles alucina! – interviene Gian
-          Jajajaja, bien gordo ah! ¡Tú sí ah! – Cristian palmotea la espalda mojada de Carlos, que se muestra algo distante.
-          Oe tú no estudias todo el día, ¿qué haces ah? ¿por qué llegas tan tarde ya?-más que preguntar, Carlos le reclama a Cristian.
-          No empieces pues gordo, ya te dije, ya les dije… no puedo darme el lujo de aprobar desde este ciclo con catorce o menos, que pierdo el descuento, tengo que ayudar al viejo, ustedes saben…-Silencio total, se puede hasta escuchar  el televisor de la tienda del abuelo de los cuatro, rancheras de Pedro Infante en su televisor  led no se ven nada mal.
-          ¡Tengo que entrar ya, este sábado pues!, yo los saco de sus casas  y nos vamos, es más, ¡invito la gaseosa ganemos o perdamos!- propone ansioso por  participar la próxima vez Cristian.
-          -¡Ya! – gritan todos eufóricos como si un general tras un discurso motivador ante una horda de narcotraficantes les pidiera batallar pensando que no volverán a ver las aceras que guían a sus casas.
-          ¡Bacán entonces, miren ah!- dice sonriendo mucho Cristian- no me digan que no luego, ¡porque los saco ah!- se ríen todos, el clima del grupo vuelve a ser  templado, le dedican una hora más a conversar de todo y de nada, se observan y piensan en la grandísima suerte que tienen por tenerse tan cerca, los unos a los otros.
Gian ahora con 18 años, aceptando que no crecerá más de su 1.58, se sirve de la palabra para intimidar a quienes son  físicamente más fuertes que él, le va bien, aunque de pocas amistades por su manera de ser, posee buenos amigos, acaba de tener un hermano menor hace 3 años, le ha tocado a muy temprana  edad cumplir roles de papá  y mamá, porque ellos  dos trabajan  mucho para que Gian pueda prepararse e ingresar a una universidad estatal, como lo tiene pensado su mamá.
Él invita a ver animes a su nuevo amigo, no se molesta en explicarle qué es lo que ven ni tampoco en tolerar lo complicado que es criar  a su hermano menor, Jeremy chan, como suele llamarle, le apoda así porque en uno de sus animes se le acompaña la palabra chan seguido del nombre, para así referirse a esa persona como si se tratase de un niño. Jeremy es feliz junto a su hermano, y Gianpiere chan, también.
Gian va bien en la academia, hace cuánto puede en prepararse, administra su tiempo entre la pandilla – sus primos, por supuesto- su familia  y los estudios. No quiere enamorarse porque no tiene el tiempo ni el dinero para invitarla a salir  a la chica de sus sueños piensa él.
Carlos, el gordo, apodado así por sus primos desde hace muchos años atrás, sigue siendo nombrado frecuentemente así, a pesar que de gordo ya no tiene nada, es corpulento, fuerte, el pasar de los últimos  tres años le han ayudado. El rostro de niño que siempre lo caracterizó como el cómico del hogar  ha cambiado a uno más seco, lamentablemente, no solo el rostro tiene así, los problemas que han ido ocurriendo entre las cuatro paredes que tienen dentro a él, su madre y su ahora prófugo padre han repercutido en su carácter, no es el mismo.
Sergio, que no estudia, le pide de favor al papá de su amigo Henry que lo contrate como ayudante de albañil en las obras de  construcción que hace a la redonda.
Tiene una relación con la iglesia  que me sorprende, me sorprende tanto como el hecho de que participe y asista muy puntual los domingos a la ceremonia, se confiese siempre una vez por mes- el siete- y lea –como todos deberíamos hacer por lo menos dos horas diarias- la biblia con un diccionario al alcance de sus manos, y aun así, no decida concretar su primera comunión y confirmación.
Sergio, provoca envidia a las mamás de la esquina – debido a lo hacendoso y buen hijo que es  -su madre orgullosa habla del buen hijo con el que Dios la bendijo, ella piensa que Agusto, el papá de Sergio, estaría  tan, o más orgulloso de su hijo que ella misma, si no se hubiera largado impactado por el miedo de ser padre a los 14 años, piensa- El padre de Sergio falleció hace años, fue un antiguo novio, y el amor de su vida para su madre, víctima de Sendero Luminoso mientras iba de visita a unos parientes suyos.  La historia que le da con gran lujo de detalles Rosaura – la mamá de Sergio- sobre cómo era su papá en vida, promueve el que este chico quiera ser igual a su padre.
No muy lejos, en una habitación muy pequeña, dos cuerpos se entrelazan,…………………, la música suave acompaña su acto sexual, y el mundo en el que les tocó vivir se convierte en esa habitación. En el cuarto de al lado, en el 308, mientras las luces están apagadas y solo entra la luz de la luna por la ventana, una joven pareja de enamorados discute casi susurrando.
-También creo que deberíamos ver cómo gastar mañana, qué piensas amor? Ya gastamos 40 soles hoy- dice la joven- bueno, gasté.
-Creo que está bien así, lo que digas amor- dice sin tomar atención, ni a ella, ni a sus palabras.
-Carlitos escucha –se le acerca y acaricia la cabellera-  propón también ideas amor- captura su atención usando la suavidad de sus senos- te escucho
 Mari, no puedo pensar amor, no después de, estoy cansado mami, no empieces ¿sí? , tengo sueño, además tú me llamaste. – responde Carlos, cambiando su tono de voz de dulce a insípida
-¿Cómo que no empiece? ¿Qué quieres decir? –dice iracunda-
-Nada…-dice mientras pone en blanco los ojos- Ya empezaste- pronto, sus ojos dan fé que él mismo acaba de darse cuenta que ha traído el infierno a la cama, se lamenta.
-¡Lárgate! ¡Mocoso de mierda! Ya me cansaste tú y tu actitud inmadura,¿ crees que estar con alguien solo es tirar, besar, dar cariñitos y palabras bonitas? Pensé que estaba con un hombre, pero qué digo hombre, ni coger bien sabes, ay por qué no escuché a mis amigas cuando me decían que andar con bebés es una pérdida de tiempo…¡Ahhh!... ¿Pero qué esperas?, cambia esa cara de cojudo y ya sal de aquí, vuelve con tu ma-mita, mocoso idiota, bueno para nada. Vete.
La pareja de al lado fue exiliada forzosamente de su utopía, pensamientos, ahora ocultos para ellos mismos se apoderaban uno del otro, se miraron, y se preguntaron si en realidad eran el uno para el otro. El éxtasis desapareció junto con ese ideal que muchos llaman amor.  Mutaron hasta ser  otro para de desconocidos sin ropa, como los que habitaban de momento en aquel viejo hotel.
 
 
Tres de la mañana, la lluvia junto a la neblina se apoderan de todo el distrito, Carlos, de salto en salto está rumbo a su casa, planea sonreírle  a su madre, disculparse, prometer que no lo volverá a hacer y tirarse en su cama a dormir. Esa loca de mierda, mañana mismo la borro del face y borro todo lo que publiqué para ella piensa. Se ha olvidado una zapatilla en el cuarto que compartía con Mari, con quien hasta hace poco continuaba celebrando sus primeros treinta días de enamorados. No tengo sueño, ni ojeras poseo, no soy como ellos, aunque físicamente compartimos similitud en lo externo, por dentro, no tienen la menor semejanza conmigo, cerraré los ojos, necesito ver más en otros lugares, ampliaré mis horizontes.
-Pero qué veo, asesinatos, violaciones, mujeres sometiéndose ante hombres egoístas,  irrespeto a la vegetación, incesto, madres carentes de afectividad hacia sus hijos, esclavitud, infidelidad, hombres y mujeres abusando de los más débiles, discriminación, niños forzosamente viéndose obligados a madurar antes de tiempo. ¿Qué pasó con la luz que se les brindó cuando niños? ¿Dónde fue a parar ese destello?
-Crecieron formando parte de la maldad, señor.
-Gabriel, pero qué haces aquí, será que mi padre…
-Su madre me envió, señor, Conozco su pena, no tanto como quien me envió. Creo haber llegado a tiempo, necesito mostrarle algo, si me permite, señor.
-Está bien, prosigue, Gabriel.
-Antes que usted llegara a existir, señor, yo servía a su padre como mano derecha. Ante Él y su madre, se me hizo saber el por  qué un humano como yo, tendría el privilegio de conocer a Dios, en esa ocasión, se me encargó la dificultosa responsabilidad de ser dueño de la objetividad para resumir la vida de los humanos.
-Entiendo…continua por favor Gabriel.
-Le escuché hace poco enunciar situaciones que acontecen aquí y a lo lejos, pero créame señor, esta es una batalla constante entre el bien y el mal.
-Me parece que el mal va ganando, Gabriel. El sufrimiento de ellos no se asemeja al mío. Hace poco pensaba en usar el agua para terminar sus vidas, y empezar de cero.
-Temo decir que presentía eso, señor.
-Y haz venido para impedirlo, ¿VERDAD?
-Si para ello tengo que renunciar a la vida, sí señor.
-Gabriel…Nuestras vidas no perecerán, mientras sigamos evaluando el comportar humano, existe la posibilidad de una día salvarlos de ellos mismos,¡ la paz llegará para ellos y para nosotros también! No recordarán nada, lo sabes muy bien. En cambio nosotros, recordamos todo…-enseña las huellas que le ocasionaron la muerte hace años…
-…
-Todo lo que habita en la tierra son responsabilidad de mi padre y madre. Gabriel, desde lo que sucedió en aquel pueblo, no me atrevo a acercarme físicamente, frecuento estos lares espiritualmente, con la intención de que los de corazón noble pueden sentirme, no pude sentir que ningún corazón me haya percibido…Por último me forcé a mi mismo para ver, y hacer sentir mi presencia en todo el mundo, lo que conseguí es ver todo lo que tú me escuchaste enunciar.
-Debe haber otra solución, señor.
-No la hay Gabriel, en cuanto sigan haciéndose más daño, más daño le ocasionan a mis padres y a mí. No está bien. Discutiré con ellos cómo extinguir la raza humana, otra vez.
Presiento que mañana será un grandioso día, oh Señor, ¡gracias! ¡Gracias por todo lo que me está pasando!, muchas gracias señor, espero estés descansando también. ¡Hasta mañana! Hasta mañana Érika, Érika mi amor, piensa alguien, mientras se enreda entre sábanas buscando conciliar el sueño, sueño del que no podrá salir, a menos que sea por el diluvio. Hay un terno junto a un anillo de compromiso en la mesa de noche. Mañana, será un gran día.
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