david elFraile's profileAna Yedros / LaLAB's profile

Fotografía. Proyecto Metamorfosis

metamorfosis
Cuando volvió, los remedos busca él de su niña
y echándose en su diván le besó los labios: que estaba templada le pareció;
le allega la boca de nuevo, con sus manos también los pechos le toca.
Tocado se ablanda el marfil y depuesto su rigor
en él se asientan sus dedos y cede, como la del Himeto al sol,
se reblandece la cera y manejada con el pulgar se torna
en muchas figuras y por su propio uso se hace usable.
Mientras está suspendido y en duda se alegra y engañarse teme,
de nuevo su amante y de nuevo con la mano, sus votos vuelve a tocar;
un cuerpo era: laten tentadas con el pulgar las venas.
Cuenta Ovidio, en el libro X de Las Metamorfosis, la leyenda de Pigmalión, el rey de Chipre que al no encontrar a la mujer perfecta decidió crearla tallándola en marfil. Tan bella era la escultura que de ella se enamoró, y tan perdidamente lo hizo que buscó solución en el poder de la diosa Afrodita. Esta intercedió y sumió a Pigmalión en un sueño en el que Galatea cobraba vida. Al despertar, la diosa emocionada por la reacción del rey escultor, decidió concederle el deseo soñado y dio vida a la escultura:

“mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal”

Y Pigmalión pudo así ser feliz el resto de sus días junto a la mujer que él... había modelado.
Se conoce el efecto pigmalión como el suceso por el que una persona consigue lo que se proponía previamente a causa de la creencia de que puede conseguirlo. Esta es la lectura positiva del mito. Sin embargo, cabe preguntarse si Pigmalión, además de modelar el rostro y el cuerpo de Galatea modeló también su alma y su espíritu, o por el contrario se enamoró de un ideal de belleza superficial. Hasta ahí no llega el mito, debemos imaginar.
 
¿De quién vemos más en un retrato, del retratado o del retratista?. ¿Cuanto de Pigmalión y de Galatea queda plasmado en el arte final?.

Cuando trabajamos el retrato fotográfico como medio de expresión estamos haciendo algo muy parecido a la escultura. Tallamos con la luz en vez de con cinceles, gubias o las manos. No deja de ser significativo que a la luz contínua se le llame “de modelado”. El uso de esa luz y el instante elegido, son los ingredientes de una imagen que pertenece a la mirada del fotógrafo. Una mirada que es, en muchos sentidos, como la de Pigmalión, que no deja de ser un reflejo de un deseo, o de un palpito, o de una duda...

Galatea, entonces, no se sale de su papel. Enseña lo que Pigmalión quiere. Un alma geométrica que pende de los hilos que maneja con sus manos, o que nos ofrece, cual tesoro, dentro de una caja de madera. Pero si ella baja la mirada se dará cuenta de que esa no es su verdadera alma. Sus aristas perfectas, la superficie pulida de sus idénticas caras, la sombra definida... todo ello delata un plan, un proyecto, un sueño de otro que, tal vez cegado por su belleza, no ve más allá.

Entonces ella se desprende de cualquier artificio. No es mirada de nadie. Lo es de sí misma. Se encierra, se envuelve, se esconde, se enreda... se construye. Y empieza a ser, pero esta vez sin una cámara delante. La Metamorfosis es de Galatea. Pigmalión era sólo un mal sueño...
 
david_elFraile
Y Galatea toma tierra por primera vez después de haber sido prendida con la llama de la vida. Mira a Pigmalion con ojos de algo que con el tiempo entenderá que haya sido agradecimiento. Acaso por el tremendo empeño con el que ha sido deseada ha caído en gracia de quien puede conceder una vida. Y concedida se dispone a vivirla. Más temprano que tarde repara en que lo que recibe no solo procede del exterior, de lo proporcionado por Pigmalion, sino también de sus adentros. Y ambos mensajes…chocan. En ese choque, en el conflicto es donde más aprende de sí misma.
Descubre;
que Galatea no es Galatea, es Ana, y no escribe suaves versos sino algo más…
“en crudo”. Y ya es capaz de hablar en primera persona.
“El tiempo va perfilando los acontecimientos en los que me veo inmersa.
Otra mirada atenta me empapa para mi desconcierto y agrado al mismo tiempo.
Linda imagen plasmada en la retina que solo deja ver lo proyectado;
De lo demás ni se habla pero se sobreentiende. Y yo no quiero.
Me pregunto ¿Qué hay de la parte que me toca?
Y la parte que me toca se dispone a hablar.
Habla tan perfecto que me obliga a sentarme a escucharla.
Y el afuera y el adentro por fin encajan.
Le cuento sobre mi proyecto: recien viva estoy “en construcción”.
Y para siempre instalada en la pregunta.
Conjeturas que paren los resultados de una investigación.
La duda, ese espacio en el que me encuentro a menudo
se ha convertido en mi “no lugar”, no elegido pero aceptado a fin de cuentas.
Desde aquí me siento cómoda; un buen punto de partida,
donde nada me obliga a ser adecuada dentro de un taller de reparaciones.
Provisionalmente me acepto, que no es poco.
La cuestión es madre del desorden y del nuevo orden que se avecina.
Y enredada en la malla naranja protectora de obras me presento al mundo.
A veces me la lío al cuello para abrigarme de mi frío interior.
Malla “protectora de obras”... de la obra de arte que le gusta a Pigmalion.
Pigmalión no es mi pesadilla, es parte de mi proceso, como todo.
Se van perfilando los sentimientos… y cambian por momentos,
se producen desvíos, como en la Internacional Situacionista de la clase de instalaciones.
Tómate un café conmigo y hablamos. Hablamos, y sentimos.
Por lo demás me quedo con la lectura positiva del mito.”
 
ana de los yedros
Fotografía. Proyecto Metamorfosis
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