"Eros y Psique: el perdón". Lápiz sobre papel. Dante Amerisi, 2024.
Es curioso cómo la vida nos presenta paradojas tan profundas. Confiar a ojos cerrados es como sumergirse en un abrazo cálido, donde las dudas se desvanecen y solo queda la certeza de que estamos en buenas manos. Es un acto de verdadera confianza, una rendición al flujo del destino.
Sin embargo, vivir en este mundo nos exige mantener los ojos bien abiertos. Las sombras acechan, los peligros se ocultan tras esquinas invisibles. La realidad es cruda y a menudo despiadada. No podemos permitirnos la ingenuidad de cerrar los ojos por completo.
Entonces, ¿cómo reconciliamos estas dos verdades? ¿Cómo confiamos sin ser ciegos? Quizás la clave está en encontrar un equilibrio. Mirar con atención, pero también sentir con el corazón. No es una tarea fácil. Requiere discernimiento y coraje.
Tal vez, en ese delicado balance, encontramos la belleza de la vida. Confiar, no porque todo sea perfecto o seguro, sino porque creemos en la capacidad de las personas para sorprendernos, para ser mejores de lo que imaginamos, para encontrar una maravilla en ellas. Es entonces que cerrar los ojos es un acto de optimismo y esperanza.
Así que, aunque vivamos con los ojos bien abiertos, no hay que olvidar la magia de saber cuándo podemos cerrarlos. Porque en ese breve instante de confianza, quizás encontremos lo extraordinario: la certeza de que, a pesar de todo, hay algo en lo que podemos creer sin reservas.
Dante Amerisi.
