MADRE AMOROSA

Desperté temprano,

Cuando aún no se sentía

El trajín de la calle

De pan y trabajo.

 

 Percibí tus pasos,

El aliento de tu corazón

Despertándose para nosotros.

 

Hijos, es hora de levantarse – como beso que alumbra la mañana.
Buenos días mamá, ¿qué hora es?, me desvelé hace ya rato.
Son las 8. La ropa del colegio la dejé a los pies de la cama.
Gracias mami, ya me levanto.

Escucho cómo se encienden los fuegos de la cocina, que espantan el frío de la mañana de un 11 de Febrero. Mi desvelo es porque hoy es el cumpleaños de mi madre, y hace días que dibujé su retrato para regalárselo. Le encargué un marco con paspartú, sencillo, barato, que la paga de un niño es la paga de un niño, pero bien hermoso que es, elegante, como el que vi en casa de mi tía.

Está escondido en el salón, en el bajo del mueble, donde las copas y las botellas de licor.

Lo saqué de una foto de cuando mi madre era joven. Estaba realmente guapa, con sus ojos de china y su pelo recogido en una cola.

Dicen que mis hechuras son de mi padre, pero que mis ojos son los de mi madre. Así lo sentí cuando te dibujaba, con el pincel amoroso que, con los años, siento que Dios me lo lanzó desde el cielo, y yo lo cogí agradecido y encantado del bello regalo.

 

Ya se levantaron mis hermanos, y después del aseo nos reunimos todos en la cocina.

Los colacaos sobre la mesa humeantes y los bocadillos de salchichón envueltos en papel de plata, preparados con presteza y cariño, que vamos con la hora justa. 

Me apuro en preparar mis cosas porque todo va muy deprisa, y mis hermanos la entretienen en la cocina mientras cojo su retrato del mueble del salón, el que guarda tantas cosas.

A mi señal, mis hermanos y yo cantamos el cumpleaños feliz, mientras ella, nuestra madre, ríe y mueve las manos con maravillada sorpresa.

Pero, ¿y ésto?.
Es para ti, ¡es tu cumpleaños!, es un regalo de todos, respondemos al unísono.

Mi padre desde el dormitorio pregunta en voz alta que “¿Qué pasa?”, entre sorprendido y agradado del ambiente festivo tan temprano, mientras mi madre intenta no romper el papel de vivos colores al que piropea. Le animamos a que lo rompa, y descubre su retrato; tenía veinte años.

Se emociona y un brillo de mar de Agosto plateado asoma a sus ojos.

-¡Muchas gracias hijos!.

La abrazamos y la cubrimos a besos, e intentamos darle todos los que nos dedicó desde que nos trajo al mundo.

 

Me voy con mis hermanos al cole, caminando por la calle Málaga, lleno el pecho de amor desde la casa que me vió nacer, y el resonar del “Te quiero” de mi madre.