En mi calle se dice que las vecinas son brujas. Combaten la gravedad con su escoba, se ríen del peso, cargan el hogar, los hijos, el esposo, los abuelos, los nietos, el perro, tienen poderes sobrenaturales, curan los dolores, hablan con las plantas, tienen el don de ubicuidad, hechizan a los hombres.

 

En la época precolombina se reconocía la importancia del papel de la mujer al igual que el hombre. Con la colonia y la llegada del pensamiento occidental, la mujer quedó relegada a un lugar subordinado, confinada a la vida privada, centrada en el hogar, la reproducción y las actividades domésticas, perdiendo la sabiduría de los pueblos indígenas.

 

Ahora, la mujer está empezando a generar iniciativas y cambios de mentalidad partiendo de la voluntad de querer ser.

 

“Hay que dejar salir a esa brujita que se tiene adentro, porque es la recuperación del poder femenino, la mujer sabia que conoce cómo conciliar la razón y la emoción. Durante mucho tiempo las mujeres hemos estado sometidas y no habíamos descubierto la participación en la vida y en la democracia.” Florence Thomas.