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GUÍA BACÁNIKA DE BARRANQUILLA

Guía bacánika de Barranquilla
 
Aprovechamos el cumpleaños 201 de la ciudad para saber por qué el Joe dijo “en Barranquilla me quedo”.
 
“En Barranquilla me quedo me quedo a gozar
Tierra linda y tropical
En Barranquilla me quedo
me quedo a gozar te juro que me quedo me quedo a gozar”
 
- Joe Arroyo -
Como buen cachaco, cuando uno viene a la costa piensa directamente en playa, brisa y mar. No está mal, es lo que en general nos gusta en nuestras vacaciones. Pero en la arenosa se pueden encontrar muchas más cosas que hacer, muchas más de las que un costeño les podría contar porque ya todo es tan normal para ellos que no se les hace tan llamativo como a sus visitantes.
Empecemos con un lugar en el que se puede almorzar sobre el río Magdalena. Las Flores es un barrio donde hace mucho tiempo se encuentran varios restaurantes típicos de pescados y maricos. Entré a Puerto Amor y me recibieron con una sonrisa y los brazos abiertos. Yuliana me ofreció su carta, que incluye el almuerzo corriente que se corona con una mojarra frita con arroz de coco y patacones por sólo $10.000. Pero si se pegó el viaje hasta acá, aproveche y pida un plato más complejo que no costará más de $30.000. Lebranche, pargo rojo, sierra frita, róbalo, cazuela de mariscos… Como dice Yuliana, “este es un sitio que da tanta tranquilidad que las personas almuerzan y se quedan toda la tarde”. Aunque abren todos los días de 6 de la mañana a 6 de la tarde, los fines de semana es cuando los visitantes llenan sus mesas y Puerto Amor se convierte en un punto de encuentro para las familias barranquilleras.
Si después de este suculento almuerzo quiere seguir conociendo, le recomiendo acercarse a unos trencitos que se encuentran pasando los restaurantes y llegar en ellos hasta Bocas de Ceniza, el lugar donde el Magdalena se encuentra con el mar Caribe: un paisaje sorprendente. Si miran a lo lejos, encontrarán la gran ciudad que día a día construyen los barranquilleros.
Para seguir con las delicias gastronómicas de la arenosa les quiero presentar uno de los sitios más importantes e históricos: La Tiendecita, porque, como lo decía su fundadora, Olinda Rivero, “Hay que ser original para tener éxito”.
Según cuenta su nieto, Camilo, la de su abuela era una tienda de barrio normal a la que empezó a llegar un día el famoso Grupo Barranquilla a seguir sus parrandas a altas horas de la noche. Álvaro Cepeda, Gabriel García Márquez y Alejandro Obregón pasaron por ahí. Cepeda le sugirió a Olinda tener fritos en su tienda para poder comer algo aparte de tomarse sus tragos. De aquí parte una historia que, desde 1965, se fortalece con sus clientes fijos, los visitantes y los famosos: “aquí nos visitan actores, cantantes, políticos, todo lo que tú quieras”, afirma Camilo. Carimañolas, deditos de Olaya, pastelitos excitantes y chicharroncitos morbosos hacen parte de su menú. La originalidad ha perdurado: son nombres especiales para un lugar especial. Los clientes han tenido un sentido de pertenencia tan grande que, junto al popular Monchy –el hijo de doña Olinda y actual administrador–, han bautizado a sus tradicionales fritos.
Hoy, La Tiendecita abre desde las 6 de la mañana hasta las 8 de la noche, cubriendo desayuno, almuerzo y comida para sus clientes. El negocio ha crecido con los años e incluye almuerzos caseros, comida típica aparte de sus famosos fritos. Como si fuera poco, desde 2010 cuenta con el reconocimiento de ser Patrimonio Gastronómico de Barranquilla.
Para seguir engordando, no pueden pasar por Barranquilla sin comerse un chuzo desgranado con butifarra, chorizo, lomito, pollo, papas a la francesa, lechuga, bollo y queso costeño. Todo esto se sirve junto y con salsitas (recomendada la de piña como toque final). Una comida tradicional que está en los primeros lugares de la comida rápida. Pueden encontrar chuzos en restaurantes gourmet pero sobre todo en las esquinas, que son los originales.
Otra comida que no puedo dejar de recomendar, no solo por su buena sazón sino por la tradición que tiene, son las arepas rellenas de la 72 con 50, una esquina de la ciudad en la que, desde las 4 de la tarde hasta las 10 u 11 de la noche, se encuentran las arepas rellenas más ricas de Barranquilla. Se ha mantenido 28 años como un negocio familiar, reconocido por los barranquilleros. $5.000 vale cada arepa y créanme que no los va a defraudar: pueden escoger el relleno entre carne desmechada, pollo, chorizo, butifarra, chicharrón o, como buen colombiano primerizo, pídala con todo para que pruebe esta delicia.
Después de haber comido pescado, arepa, fritos o chuzos es importante saber qué pasa con el postre. Otra visita obligada es la Heladería Americana, fundada en 1936. Pero ¿qué tiene de raro? El frozo malt, un helado característico que solo se encuentra aquí, con la textura de una malteada y la composición de un helado, una receta secreta que tienen que probar para dar saber de qué les hablo.
Si siguen pensando en el postre, pueden acercarse al Parque Suri Salcedo, remodelado recientemente y que es un punto de encuentro para todas las edades. Aquí se pueden encontrar los famosos helados de los tronquitos, un refrescante raspado de tamarindo o kola con leche condensada. Y si de casualidad está en Barranquilla en semana santa, no se imagina los dulces que puede encontrar.
La lista de golosinas típicas incluye cocadas, dulce de leche, de corozo, de ñame, de guandul, caballito… Si llega al Suri y se encuentra con Erika, como me paso a mí, puede conocer más a fondo qué tiene cada postre: por ejemplo, el mongo mongo, hecho a partir de la combinación de chontaduro, plátano, piña, borojó, corozo y otros ingredientes secretos que se convierten en un afrodisiaco. Ella confiesa que “ese efecto está comprobado mi vida”.
Si después de comerse todos estos manjares está arrepentido, le recomiendo visitar La Castellana: un poquito de fútbol 5 ayudará a recuperar la forma. No se trata de cualquier cancha: ¡es la del Pibe Valderrama! Un espacio pensado en principio para los niños con un precio muy bajo en un horario especial para ellos. La cancha ya tiene cuatro años y suele tener reservados todos sus horarios. Aquí, además de sudar un rato, podrá encontrar una amplia galería de fotos de la carrera del Pibe, imperdible.
En Barranquilla los parques son muy utilizados por todos en general. Concretamente recomiendo el Parque Venezuela, donde se encuentran y se relacionan muchos personajes. Pueden encontrar a los deportistas constantes y skaters practicando todo el día. Además tiene un miniparque de atracciones electrónicas para niños. Olvide el Play o el Xbox y lleve a los niños a este espacio, muéstreles qué son unos carros chocones, como en los viejos tiempos. Lleva 18 años funcionando y se ha mantenido como una alternativa para que los niños disfruten con su familia de atracciones diferentes.
Si le quedo sonando lo del skate, quiero contarle que en Barranquilla hay muchos practicantes de deportes extremos. Para verlos en acción váyase para Puerto Colombia; en el malecón se sorprenderá al ver un rampa y un proyecto realizado por La Usurpadora, un espacio de arte independiente muy reconocido para todos los aficionados a las tablas.
Si les pasa como a mí, que me fui a Puerto Colombia y los skaters no llegaron, los invito a que vayan a conocer lo que queda del muelle. No se puede pasar de un punto porque está a nada de caerse pero se pueden encontrar con Superman. Sí: el Superman costeño que se arriesga –como muchos, incluido yo– a saltarse la señal de “Prohibido el paso” y caminar las ruinas. Pero Superman va mucho más allá: se dedica a volar entre el muelle y el mar clavándose como un profesional para los turistas.
Y bueno, si no logró ver a los skaters ni a Superman, le figuró meterse al mar, aprovechar la playa y quemarse un poquito. Tiene varias opciones: volver al malecón y meterse en esa playa o bien irse para Salgar o Pradomar. Un poco más alejadas, encontrará playas como Puerto Velero, donde además de bañarse puede apreciar diferentes deportes náuticos e incluso tomar algunas clases. También puede encontrar otras playas como Santa Verónica, Caño Dulce y Sabanilla.
Volviendo a la ciudad, toca darse una pasada por el Centro. Ahí se encuentra el Paseo Bolívar, la avenida donde surgió y se expandió Barranquilla. Un lugar histórico es la Plaza y la iglesia de San Nicolás, otro punto transcendental para el desarrollo de la ciudad. Recuerde que, si no tiene cómo irse al Centro, puede aprovechar el Transmetro, el sistema de servicio público basado en el famoso Transmilenio –con menos protestas y más calor–.
Si de casualidad se encuentra un Transmetro que diga “Joe Arroyo”, persígalo: lo guiará al Parque de los Músicos, en el que se encuentra la estatua del Joe y una estación con su nombre. Puro fanatismo por uno de los músicos más importantes del país.
Si lo suyo son las compras, en Barranquilla se puede encontrar una propuesta de diseño muy fiel al estilo y costumbres costeñas: Todo Mono. Como dicen sus creadores: “le damos valor a lo corroncho”. Los dichos, los personajes y todo lo relacionado con la cultura barranquillera hace parte de sus propuestas. En esta tienda podrán encontrar camisetas, maletines, delantales y monicongos, entre otras cosas. La investigación y el trabajo de muchos años le han dado un reconocimiento importante a este proyecto en la ciudad.
Por último, pero no menos importante, les dejo uno de los sitios de rumba más importantes de Barranquilla –una ciudad, obviamente, llena de sitios de rumba–: La Troja tiene 48 años de recorrido salsero –sí: no es Cali–, para bailar y tomarse unos tragos. Un bar característico de la ciudad, patrimonio cultural y musical. Aquí se podrá tomar una cerveza de $3.000 pesos y otros licores a muy buen precio.
Además de su tradición salsera, hace dos años La Troja dedicó todo el segundo piso a la sala musical Joe Arroyo, en honor del cartagenero más barranquillero.
Aquí les dejo esta pequeña guía que, para mí, como visitante de Barranquilla, me hace querer y disfrutar el tiempo –seguro que habrá más secretos por descubrir, pero nos falta espacio–. Esta es una ciudad en la que la gente le sonríe, le ayuda y le hace reír, así no lo conozca ni lo vaya a volver a ver.
 
 
 
Revista Bacánika
Bogotá, Colombia
 
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