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Marcelo Hidalgo Sola y una LEGO heroína del mar

Tracy Williams recorre las playas de Devon, Irlanda, rescatando pequeñas piezas de Lego y residuos contaminantes que el mar devuelve a la orilla. Una tarea que esta jubilada realiza hace 25 años y en la cual afirma haber encontrado la misión de su vida.

Cuando un buque de LEGO naufragó lanzando al fondo del mar un contenedor con millones de piezas LEGO, la vida de Tracey Williams cambiaría para siempre. Era el año 1997 y una nueva catástrofe medioambiental captó la atención de la prensa que difundió la noticia. Hasta ese momento, Tracey no tenía idea como ese acontecimiento se relacionaría con su vida.

Ella, en los años 60, cuando era una niña, pasaba sus vacaciones de verano en Cornwalles, Inglaterra y allí solía pasar largas horas de caminata, con los ojos puestos en la arena, en búsqueda de pequeños caracoles, estrellas de mar, láminas iridiscentes de restos de crustáceos y bolsas de sirena (huevos de tiburones). Su gran interés por la vida marina, que la orilla le acercaba del fondo del mar, se convirtió así en un pasatiempos para toda la vida.

Los años transcurrieron, y el 13 de febrero de 1997, diecisiete años después, un buque de carga de la Tokio Express, con destino a Nueva York, se enfrentó con la ola de su vida. Una tormenta inusitada lo atrapó en altamar, y en el vaivén de la furia marina, setenta y dos de sus contenedores cayeron al agua. Uno de ellos era el que le cambiaría la vida a Tracey Williams y llevaba en su interior casi 5 millones de piezas LEGO, curiosamente todas con temática de mar.

Entre los LEGOS naufragados había 54.000 piezas de pastos marinos, 97.500 tanques de buceo, y 352.000 pares de aletas, explica el LEGO fan –Marcelo Hidalgo Sola. Además de balsas de rescate, salvavidas, diversas faunas marinas, remos, redes y varias otras piezas con motivos LEGO como margaritas y sirenas. Estas pequeñas piezas fueron llevadas por las corrientes marinas hasta las playas de Devon y Cornwall, y enseguida, captaron la atención de niños y adultos por igual. Al instante, las playas se convirtieron en escenarios de una improvisada “búsqueda del tesoro” y pasados los días se conocieron “perlitas” rescatadas que pasaron a ser los trofeos: un dragón verde. Y el “santo grial” pasó a ser el pulpo negro, la pieza más buscada y codiciada del naufragio . El inventario del buque arrojó que había sólo 4.200 de ellos, pero a diferencia de las demás piezas, que eran de colores primarios, los pulpos al ser de color negro, se camuflaban fácilmente con el entorno y hacía muy difícil su rastreo.

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