Texto de sala

“no tiene anverso ni reverso
Ni externo muro ni secreto centro”
Jorge Luis Borges


Plantear un laberinto, imaginarlo, pensarlo en su arquitectura destinada a la confusión, significa, desde un principio, saberse descubierto, por uno mismo, como un sujeto perdido entre los meandros vitales, en la intrincada red de lo cotidiano, que organizamos de manera más o menos acorde con nuestras miradas para no convencernos de que estamos, como actuales herederos de Teseo, perdidos en el tejido del tiempo y que allí, en ese extraño espacio, vamos a permanecer por eternidades efímeras.
Un laberinto pareciera una construcción con un solo fin: perder o perderse. ¿pero y si tuviera otro sentido ese constructo que, a golpe de vista, semeja la elaboración de un  demiurgo anómalo, en la cumbre  de su delirio? ¿Y si acaso fuera el espacio que procura no la simple observación de sus muros perturbadores sino la observación de nosotros mismos como peatones de un laberinto excesivo, cuyos límites difusos se nos aparecen como los recuerdos casi fantasmales de las líneas de los sueños?
La muestra Laberinto líquido se plantea como destinada a pensar/pensarse (¿imaginarse?) participante de un organismo que se mira en un espejo latiente, emergente desde lo más profundo y, al mismo tiempo, subsumiéndose desde lo más superficial para jugar, moverse, andar, transitar por senderos de significación que oscilan entre la finitud y la eternidad, lo absorbido y lo reflejado, lo mirado y la mirada, el deterioro físico y su ocultamiento, la vejez y la niñez; todo esto dentro de un espacio no tradicional, pero que propone, desde su arquitectura, lo necesario, el escenario necesario, el entorno necesario, para quien participa pueda recorrerlo pensándose como un viajero del espacio/tiempo que atraviesa membranas límites entre lo que es y no es, adentrándose (sin olvidar el afuera) en un juego de aparentes contradicciones, como quien encuentra una moneda a la que reconoce  dos caras que nunca se verán pero que se necesitan eternamente para ser y siente que esa pieza participa del tiempo de una manera extraña, hasta que la revelación sobre sí mismo ocurre; entenderse como contemplador y partícipe de la muestra para interrogarse sobre su propia existencia, sobre su propio devenir en el juego de sombras y luces de la existencia.
Se plantea, también como un espacio de experiencia efímera, un camino, un no-lugar, de acuerdo a Marc Augé, que desafía la identidad, los significados que dan sentido a recorrido diario vital individual, para re-imaginar el transcurso a través de los espacios y de los tiempos de una manera distinta, para hacer temblar, incluso, el lugar antropológico de cada uno a través de las instalaciones lumínicas y sonoras, los videos y los bordados.
Un laberinto líquido, supone, por cierto, una flexibilidad, una constante posibilidad de movimiento, de recepción de las vibraciones externas e internas y del reflejo de ellas tanto en su vibrante superficie como en su densa quietud profunda; supone y quiere ser un pasaje de signos en una carretera de sentido doble, efímero y eterno, quieto y móvil, todo y, finalmente, también, nada.




José Luis Astrada
LABERINTO LIQUIDO
Published:

LABERINTO LIQUIDO

Published:

Creative Fields