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Ni con el pétalo

Ni con el pétalo 
Relatos multivocales de violencia de genero / Multi-vocal stories about gender violence.
Lithography/ Litografía. 
La siguiente investigación es acompañantes de  un proceso que está en constante construcción y destrucción. Que ha irrumpido en mi, dejando grietas, quebrando espacios arraigados pero también destapando otros segregados. Espacios que estaban (están) “allí” ocultos pero no tanto.Esta contaminación me ha permitido caminar por mi inconsciente; conocerme y reconocerme mientras “conozco” el universo de otras.

Me ha transformado, quebrado, armado, cosido, inspeccionado, cortado, tratado, inyectado.

“A las mujeres no se les toca (pega) ni con el pétalo de una rosa”,
Es una de esas frases que circulan por ahí, de boca en boca, esas que la gente pronuncia muchas veces (como muchas cosas), por costumbre, sin pensar.
Cuando estaba en el colegio los niños de mi salón decidieron completarlo a su favor:
“A las mujeres no se les pega ni con el pétalo de una rosa... Pero sí con el palo de una escoba”.
Sus palabras seguían allí como muchas otras. Sin embargo por fuerza de costumbre, como de costumbre no pensaba en ellas (¿o sí?).

Luego de totazo llegó eso que alguien designó como “violencia de género”, junto con la honestidad de otros cuerpos que incluso con valentía eran capaces de desnudar su fragilidad, cosa que yo era incapaz de hacer. Sentía sus historias, mientras ellas me inyectaban la piel, me reconocía con un efecto mimético en sus cuerpos desde la singularidad de nuestro recorrido.
Excerpt from the video with English subtitles/ Fragmento del vídeo con subtítulos en inglés
OJOS ROJOS. 

Aunque le dolía, ella era fuerte y difícil de arrancar, como el racimo de un platanal. Le había tocado, desde niña, aguantar a hombres ruidosos apropiándose del territorio, también a mi padre, que con los años se volvía cada vez más hostil. Caminaba horas descalza como todas por acá, entre los platanales, usando el mismo camino de siempre, donde el verde de las hojas coqueteaba con el rosado de su paruma. Caminaba descalza sobre la tierra negra, en medio del calor llegaron dos de ellos: dos hombres con pasamontañas negros y ojos rojos. Siempre me dijo que se fijó mucho en esos ojos pero nunca pudo recordar el color del iris, solo el rojo. Ya los había visto por ahí, había escuchado los chismes de lo que hacían con otras mujeres. Le había advertido a mi padre que la acompañara, la gente decía que las mujeres no salen solas, que deben tener cuidado. 

Por la tarde me dijo lo que había pasado; que después del encuentro con esos ojos rojos, salió corriendo entre lágrimas azules. Me contó cómo la empujaron sobre la tierra negra, donde la violaron y golpearon, aunque no me sorprendí, sí me estremecí. Me acordé cuando la veía caminar entre las sombras de las enormes hojas de plátano, en caminos ardientes. Se sentó frente a la puerta, veía la hora constantemente esperando a que llegara él. Yo la miraba en silencio, su falda rosada, ahora rota por aquellos sujetos, dejaba ver pedazos de su piel morena; sus ojos clavados en la puerta revelaban la ansiedad por lo que vendría. Pasaron algunas horas, hasta que llegó la noche y junto a ella mi padre. 

Un sudor frío se deslizó por las capas de su piel, humedeciendo las palabras. Entre susurros dijo lo que había pasado esa mañana, pero antes de que terminara, él empezó a gritar. Su voz inundaba toda la casa, ahogando cualquier otro sonido, le dijo que era su culpa, que ella quiso, que se los dio fácil. Los ojos rojos que parecían ser solo de los paramilitares, también los vimos en él. Recordé a mi padre entrando todos los días de golpe. No soportaba el sonido brusco del portazo, ni de sus gritos. Le pegó como habían hecho por la mañana esos tipos y la empujó contra el piso. Al verla, sentí que le faltaba el aire, sentí que me moría. Cerré los ojos por un momento para ignorar el dolor y la imaginé paseando entre los platanales, descalza. Verla fue impresionante, se necesita mucha fuerza para andar a pie limpio en la tierra hirviendo. 

Tuve un respiro, abrí los ojos de golpe y la vi levantarse. Él tenía la boca seca de tanto gritar, me ardían los oídos, no lo soportaba, me estaba volviendo loca. Mi corazón iba a mil, los pálpitos se confundían con sus amenazas. Pensaba que no podía hacer nada, el pánico me envolvía, pero la veía a ella caminar sin escucharlo. Su piel ardía con cada pisada, pero sus pies llenos de callo aguantaban el dolor. Me agarró la mano, su piel me contagió, deje de escucharlo y la seguí. Abrió la puerta, un aire fresco nos rozó la cara, afuera la noche se abría hacia un profundo mar negro, me asustó no ver nada, pero respiré con fuerza y junto a ella salí para no volver. 

*Relato escrito para La organización grupo Las troyanas a partir de una denuncia de Violencia Sexual en Chigorodó.  / Story written for the organization "Las Troyanas", the story is based on a testimonie of Sexual Violence in Chigorodó.
EL POZO.  
Al verlo no supe qué hacer, bajé mi cabeza hacia el piso y busqué ignorarlo, pero seguía allí, penetrándome con su mirada.

   Ya le había dicho con mucho esfuerzo que se alejara, 
que corriera kilómetros lejos,  
que pretendiera no conocerme, 
que se ahogara en el olvido, 
pero el imbécil se hizo el sordo y luego el inocente.

No le importó y decidió saludarme con esa sonrisa de mierda, 
como si no fuera nada, como si estuviera loca ..........................

Después de llamarla a gritos para que volviera, después de decirle que no me dejara, mi confianza que por momentos se ausentaba, desapareció.

Me dejó entre lágrimas llorosas y noche de insomnio.

Mientras tanto él seguía allí...
merodeando entre mis pensamientos.

Pisando fuerte, 
tan fuerte que a cada paso iba dejando agujeros, 
que se hacían más grandes, 
hasta que sin saberlo me caí en uno de ellos.

Estuve hundida entre las grietas de sus pasos, un pozo
ciego, 
hondo, 
ancho 
y oscuro.

¡SITIO ASQUEROSO AL QUE NO QUIERO VOLVER!


Anduve, entre una infinitud de voces,
algunas más tiernas, otras más dolorosas, otras quizás terroristas.

El hueco crecía

CRECÍA, CRECÍA, CRECÍA, CRECÍA,
CRECÍA, CRECÍA CRECÍA.

Crecía tanto que parecía ser algo muy mío.

Estuve allí interminables noches hasta que saqué la mierda que dejó el rastro de sus ojos y logré gritar con fuerza lo mucho que me dolía en ansias por que otros me oyeran.

GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA
GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA GRITABA

Gritaba a cántaros, 
                                gritaba con rabia,
                                                             gritaba frenéticamente con una emoción histérica.

GRITABA UNA MELODIA HISTERICA. 

El miedo se convirtió en odio, que luego puse en un tarro.
Lo cogí y después de mirarlo unos segundos decidí romperlo.

Ahora sus ojos retadores no importan, porque si me lo cruzo por la calle ojalá pueda atrapar esa mirada, para devolvérsela, para que sea él quien tenga que bajar la cabeza esta vez.

Video essay that collects with multiple voices, testimonies of gender violence.
Ni con el pétalo
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