La cultura se ha encargado de que la soledad le quedé a los renegados, de que tenga mala fama. El temita éste de la soledad es viciado, porque de la misma manera en la que podemos decir que la soledad se experimenta cuando nos falta contacto con otros, también podemos hablar sobre como se ve cuando nos falta contacto con nosotros mismos, ¿Donde dibujamos la línea? Para nosotros, el tema no es la soledad, la soledad es la excusa para no encontrarnos, ¿Y por qué no nos encontramos? Porque llámese Dios, la suerte, o la Divina Providencia nos hizo humanos, los humanos deseamos en demasía, y al no cumplir nuestros deseos, llega el dolor; deseamos ser otros o satisfacer estándares que no son alcanzables, y es ahí cuando nuestra excusa de soledad nos atormenta y entra en vigencia, nuestra mirada es tan severa que nos hace preferir decir: “Me da miedo sentirme solo” a admitir que lo que en verdad estamos diciendo es: “Me da miedo sentirme a mi”.
¿La soledad hay que vivirla o evitarla? Para responder eso hay que conocerse, y no es fácil, es una cosa de valientes, de humildes, y sí, también de vulnerables. Conocerse es tener la conciencia suficiente para aceptar todo aquello que nos asquea y desagrada de nosotros, porque es justamente eso lo que nos limita a no aceptar la soledad, la verdadera, no la excusa de. Sólo cuando afrontamos el dolor de las verdades que residen en el interior de cada uno, entendemos que no existe el miedo a la soledad, que no necesitamos que nadie nos sostenga. En el momento en que se nos revela que podemos vivir la soledad, es cuando se nos otorga el placer de compartir nuestra vida y nuestra soledad con el otro. 
Esa es nuestra apuesta, nuestra apuesta es que la realización del humano se encuentra, como en estas fotos, cuando dos personas deciden juntar sus soledades desnudas a ver que pasa. Cuando dejan que sus soledades se presenten entre ellas, se reconozcan y se conozcan, que se acepten, no como un núcleo, sino como una parte fundamental del otro. Nuestra apuesta es sanar, y para eso queremos hacer entender que el sentimiento de soledad -no el estado de- hay que tratarlo como a las otras emociones, sentirlo y abrazarlo como hacemos con la euforia o la felicidad. “Oh, soledad, patria mía” escribía Nietzsche, cuánta razón tenía y cuánto no hemos escuchado. Hay que volver a la soledad como volvemos a casa de nuestros padres luego de no verlos durante el verano, para recargarnos de todo eso que nos hace ser. Nuestro polo a tierra. Casa. Hogar. Yo. 
Nuestra apuesta no es hacer al espectador un solitario empedernido, es hacerlo consciente que su soledad tiene que habitar en paz tanto dentro de él, como dentro del otro. Que pueda reconocerla en su compañero como un pacto transparente.
En definitiva, nuestra apuesta es que este pacto de juntar soledades no sea para taparlas entre sí o que otro nos sostenga por miedo a la excusa. Es para que sintamos compasión por la soledad del otro, es decir, sentirla con el otro, y viceversa.

Bogotá, Colombia
Agosto, 2021
EL PACTO
Published:

Owner

EL PACTO

Published:

Creative Fields