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*QUEDARSE EN CASA, ¿DERECHO O PRIVILEGIO?* Foto ensayo

Por: Michelle Rios​​​​​​​____________________________________________________________________

Quedarse en casa, ¿derecho o privilegio?

El estallido de una pandemia que podía traer consecuencias de vida o muerte, una incertidumbre masiva auspiciada por el terror de la desinformación y la impotencia, y el impacto mental que se generaba en Bogotá cada día al son del aumento de contagios de Covid-19 que solo hallaba un poco de paz en el resguardo del hogar. Un factor con certeza de salvar vidas, de protección y seguridad. Pero más allá de esto, en las calles solitarias aun caminaban personas que lejos de no desear estar seguros, se veían obligados a rechazar esa seguridad como si no se tratara de un derecho primordial. Es así que en la ironía de dejar su seguridad para ofrecerla a los demás, los vigilantes de las zonas más residenciales del país parten rumbo a sus lugares de trabajo sin tener el lujo de un descanso durante la situación que vive el mundo y con la continua preocupación por sus vidas y sus familias.
Al igual que muchos otros de sus compañeros, Alfredo Gutiérrez de 55 años en vez de quedarse en casa, se levanta a las 3:30am para llegar a su lugar de trabajo en el barrio Belmira en el Norte de Bogotá a las 4:30am cumpliendo un turno de 12 horas hasta las 4:30pm de viernes a martes rotando semanalmente entre la noche y el día. Sin importar el clima ni la situación lo único en lo que piensa es en llevarle el sustento a su esposa y a su hija de 20 años quien se encuentra realizando sus estudios profesionales. Alfredo viene a su trabajo en moto, no debe someterse a tomar un bus en el que transitan diariamente miles de personas, pero cuenta como muchos de sus compañeros si deben hacerlo con el temor diario al contagio.

Muy alejados del concepto del #Quedateencasa los vigilantes del sector cumplen con proteger alrededor de 125 casas con aproximadamente 280 familias y dos parques aledaños a la zona. Sin escuchar un solo quejido o murmullo cada una de estas personas brinda su servicio y apoyo garantizando no solo la seguridad del sector sino también la paz mental de cada habitante al sentir tranquilidad lejos de una pandemia dentro de sus hogares. Y aunque personas como Alfredo no tienen el privilegio de tener esa sensación, comentan hacerlo con gusto y agradeciendo el día a día poder estas sanos y cuidar a sus familias.


A pesar del despertar difícil y la incertidumbre del día, Alfredo dice que no todo es malo y que siempre hay que encontrar la luz dentro de la oscuridad. Su parte favorita es cuando lo asignan en el parque, ya que disfruta ver a los niños y las familias felices y ver a los perros que se le acercan a saludarlo. También disfruta de la naturaleza, los arboles altos le recuerdan a su juventud la cual según él “ya pasó hace siglos”.

De igual manera dice que lo que menos les gusta a sus compañeros y a él, son las cabinas que les asignan en la calle. Desprovistos de comodidad si quiera para tomar su almuerzo o cena, y bajo la incertidumbre de una torrencial lluvia Bogotana, las cabinas de 1,80m² de lata vieja pintada para hacerla parecer menos oxidada y menos rota, son lo único que les brinda un pequeño refugio, un refugio nada digno de su labor y sacrificio, pero única realidad que les proveen.

La labor de un vigilante, uno de esos trabajos poco o nada reconocidos, de esos a los que no se les agradece lo suficiente, de los nadie mira en las solitarias calles de una pandemia y a muchos de los que mas duro los ha golpeado la vida. Cuando será el día que una ciudad como Bogotá o en general el mundo reconozca entre las calles con un acto de solidaridad y respeto a estas personas. Una palabra para los que en sus hogares permanecen, y a los que la selva de cemento se los come.
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